domingo, 16 de diciembre de 2007

ENTREVISTA A MICHEL ONFRAY

ENTREVISTA A MICHEL ONFRAY

La filosofía sana y salva (¿cura y redime?)



Fuera de París y de los círculos intelectuales, a los que detesta, Michel Onfray dice que la filosofía salva y que con ella se puede ser feliz, una idea basada sólo en su particular experiencia de vida. Aquí dice que los filósofos pelean una batalla perdida de antemano contra la barbarie. Reivindica a Diógenes y dispara contra Platón, las religiones, la publicidad, entre otros.


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HECTOR PAVON .
hpavon@clarin.com


Michel Onfray disecciona el devenir desde su casa en Argentan, Francia. Desde las márgenes, y con la lente del anacoreta, recorre el mundo de las ideas. Vive en un chalet lejos del ruido parisino, de los círculos intelectuales: es solitario, ateo, filósofo sin marco académico tradicional. Publicó más de 40 libros y sigue preceptos del filósofo Diógenes, al que considera un pensador revolucionario. "Diógenes reivindicaba un lugar en Atenas que era una anti academia: el Cinosargo, en otras palabras, el cementerio para perros. Como burla, contra el ideal platónico de la Academia, los cínicos, que habían transformado la franqueza natural del perro en su emblema, eligieron ese lugar como provocación".

Platón era rico y aristócrata, bien nacido y de buena familia, no necesitaba ganarse la vida, acusa el filósofo que creó la Universidad Popular de Caen. Dice que Platón criticaba a los sofistas, por cobrar sus clases. "Fueron los primeros profesores de filosofía. Además, enseñaban técnicas de palabras y retórica útiles para llegar a las instituciones representativas de la democracia: Platón veía mal que se le otorgasen a las personas modestas posibilidades de acceder a instancias políticas de decisión. En el plano del contenido, los sofistas enseñaban un corpus, y no cualquier cosa como decía Platón. Pero su corpus, por el hecho de rechazar el mundo inteligible, la verdad en sí, las ideas puras, fue desfigurado por los platonistas que preferían caricaturizar un pensamiento antes que combatirlo lealmente", polemiza.

Onfray también escribió sobre estos pensadores marginados en Cinismos, retratos de los filósofos llamados perros. Dice que los cínicos también defienden una visión del mundo (antiideal, materialista, perspectivista, relativista, subversiva) que combate absolutamente a Platón y al platonismo. "Con el triunfo del cristianismo desde Constantino, que lo impone como religión de Estado, el platonismo pasó a ser más o menos la filosofía oficial. Por esas razones los académicos de hoy, entre ellos los universitarios, retoman esas falsas ideas arrastradas acerca de los sofistas y los cínicos", sostiene Onfray.

Su nuevo libro es un manifiesto hedonista, un conjunto de textos que apuntan a los placeres varios pero también a los sufrimientos del cuerpo, a las frustraciones políticas y la reinvindicación de la utopía. La potencia de existir. Manifiesto hedonista (de la Flor) es el título de su nuevo texto. Allí Onfray exhibe una prosa cuidada para un prólogo autobiográfico. Aparece el Onfray púber arrojado a una vida de maltratos y marcas a fuego y germen del filósofo. El autor dice, por correo electrónico, que padeció "una infancia en la naturaleza que me dio el sentido de la tierra, de la vida, de los ritmos, de lo vivo; otra parte de la infancia con un maltrato que me volvió rebelde a la autoridad; un origen modesto, padre peón agrícola, madre ama de casa, condiciones de vida muy pobres, que hicieron de mí un compañero de lucha de la izquierda radical; una 'salvación' aportada por los libros, la filosofía, la escritura, todo se mezcla, pero en una complejidad imposible de desenmarañar aquí y ahora, para hacer de mí un filósofo francés libertario, hedonista". Ese fue el traumático nacimiento del filósofo "perro" moderno.

"La filosofía me permitió sobrevivir a la tragedia que fue para mí ser enviado a un orfanato por mis propios padres cuando yo tenía diez años: los libros, la lectura me salvaron en ese momento y después, me garantizaron la salvación nuevamente en mi adolescencia, cuando la filosofía funcionó en mí como el sentido, la verdad, la certeza, la razón que nadie me había transmitido: creo que la filosofía es una terapia, lo que siglos de filosofía mostraron, siempre que no fueran cristianos", testimonia Onfray.

Fue una época de formación primaria y secundaria en la que el cuerpo del joven Onfray era el depositario directo del castigo en el orfanato y donde no había piedad para el culpable ni el sospechoso ni el diferente. En una civilización cristiana, el cuerpo siempre es maltratado, señala el pensador: "el ideal cristiano es, para la mujer, la Virgen que engendra sin padre, la Inmaculada Concepción, el cuerpo sin carne, la Esposa de Cristo y la Madre de Dios; para el Hombre, un crucificado sanguinolento, adorado como un muerto descarnado en su cruz, atravesado por las espinas y las puntas de lanza. Todo eso genera una neurosis de civilización en la que nos encontramos todavía bajo formas posmodernas, por ejemplo, con la tiranía publicitaria del cuerpo ideal, inexistente, bello, perfectos, platónico, o sea, como un modelo que genera frustraciones en una cantidad increíble de personas, pues sólo tenemos cuerpos reales, existentes, imperfectos que nos invitan a no amar en beneficio de un ideal tipo, inalcanzable..."


"Nacimiento" de la filosofía

¿Cuándo nació la filosofía? ¿Es un invento griego? Dice Onfray: "Es consustancial al hombre. En cuanto se asombra, reflexiona, piensa, hay filosofía. Los profesores de filosofía europeos remiten todo a sí mismos y deciden que la filosofía nace en Grecia, en el siglo VII antes de Jesucristo, olvidando que antes de eso existieron filósofos en Egipto, en China, en India y que los famosos inventores de la filosofía en Grecia (Pitágoras, Demócrito, por ejemplo, Platón después) realizaron viajes a esos países y trajeron muchas de sus intuiciones de sus viajes a esos continentes...".

Onfray dicta cursos de filosofía gratuitos cada semana ante unas setecientas personas en la Universidad Popular de Caen, creada por él, que hoy cuenta con alrededor de quince docentes y donde se dictan más de 200 cursos gratis en el año. Declaración de principios: "rechazo los poderes y nunca fui universitario, no soy miembro de ningún jurado literario ni periodista o responsable de una página cultural en un diario o un programa de tv, pese a que me han propuesto todas esas futilidades; rechazo los honores y no dispongo de ninguna condecoración, ningún título de profesor honorario de la universidad que sea; rechazo el dinero como horizonte insuperable de mi vida y vivo en un chalet de un pueblo de provincia donde nací, donde vivo, donde trabajo, donde escribo mis libros y donde, con mis amigos, creé una segunda universidad popular libre y gratuita. Escribí en Teoría del cuerpo amoroso cosas sobre la familia, la pareja, los hijos que son exactamente lo que vivo; detesto el medio de la gente de letras y nunca viví en medio de ellos en París. Invito a cualquiera a verificar y ver cómo coinciden lo que enseño y lo que vivo plenamente, -desafía-. En el caso de los otros filósofos, lo invito a que usted mismo haga la averiguación. Se divertiría..."

Esa diferencia que marca Onfray sobre sí y el resto de los pensadores es la distancia que, dice, lo separa del mundo académico establecido y el que le plantea un púlpito diferente para su modo de "hacer" filosofía: "Leer y escribir mis libros; después enseñar lo que aprendí para compartirlo. Pero por encima de todo: tratar de vivir una vida filosófica que abarque todo eso: leer, escribir, dar conferencias, hacer coincidir mi teoría y mi práctica".

¿Pero entonces, desde este punto de vista, cuál es el lugar o papel del filósofo en la sociedad actual? "El filósofo no es ni astrólogo ni adivino ni lector del futuro en la borra del café... Su trabajo no es prever, sino ser consciente de la abulia generalizada de los hombres y hacer todo lo posible para no contribuir a ella. Es por lo tanto, prevenir, proponer antes una resistencia a todas esas catástrofes sabiendo que los filósofos serán siempre minoritarios, por lo tanto, perdedores y vencidos, pero que, como románticos desesperados, hay que llevar adelante no obstante un combate que se sabe perdido de antemano. Pues habrá otros Hitler, otros Stalin. Pero, al menos, que sea sin los filósofos..."

¿La filosofía y los filósofos pueden responder con precisión y justo a tiempo cuando hay algún acontecimiento como la guerra, una catástrofe humanitaria, un totalitarismo, por ejemplo? Onfray recoge la provocación y responde: "No se puede decir 'la' filosofía porque solamente hay 'filósofos' con lo mejor y lo peor, con los que ven y los que no ven nada, ni siquiera mucho después. No les dé demasiada importancia a los filósofos: no prevén las guerras, no las evitan, no las detienen, ni siquiera está en sus manos. No los haga responsables de todo lo que pasa en el planeta. Que algunos hagan su trabajo que consiste, según la acertada fórmula de Nietzsche, en 'fastidiar a la estupidez'. ¡Eso ya sería bastante!"

-¿La idea de revolución ha muerto?

«r-En el sentido bolchevique del término, sí. Y por suerte. Pero defiendo en el terreno político micro-revoluciones, micro-resistencias, siguiendo la línea de Deleuze, Guattari, Foucault que mostraron que ya no había fascismo posible, sino solamente micro fascismos para los que hay que implementar micro-revoluciones.

-¿Y la utopía también murió?

-En la utopía de un mundo mejor gracias a una revolución hoy, ya nadie cree. Pero, si la utopía es el arte de los posibles futuros, posibles en los que creo y que mi trabajo no deja de formular, entonces no ha muerto.

-Una pregunta de Navidad, ¿la filosofía ayuda a ser feliz?

-En lo absoluto sí. Y por mi parte, mejor dos veces: sí, sí.

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