jueves, 30 de junio de 2011

Denuncian a la Argentina por condenas a menores de edad

Las penas a cadena perpetua que les impusieron violan la Convención de Derechos del Niño.
  La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció al Estado Argentino por los casos de cinco chicos que fueron condenados a perpetua por delitos cometidos cuando aún eran menores de edad. Luego de recomendaciones y advertencias de la Comisión que la Argentina no cumplió, ahora será la CIDH la que deberá resolver si sanciona al país por violar los derechos de esos jóvenes que fueron tratados como si fueran adultos.
César Mendoza, Claudio Núñez, Lucas Mendoza y Cristian Roldán Cajal están presos desde los 16 y 17 años en cárceles comunes. Son jóvenes de familias muy pobres que llevan más de diez años presos y sus casos forman parte de la denuncia realizada en 2002 ante la CIDH y que aún no tuvo respuesta por parte del Estado. Ricardo David Videla Fernández, el quinto caso que llegó a la Comisión, apareció colgado en una celda de castigo de la Penitenciaría de Mendoza el 21 de junio de 2005.
Además de haber recibido la máxima condena cuando aún eran menores, los jóvenes sufrieron torturas y tratos inhumanos mientras permanecían detenidos. “Ricardo Videla Fernández y Cristian Roldán Cajal fueron sometidos a condiciones de detención incompatibles con su dignidad humana en la Penitenciaría Provincial de Mendoza, situación que dio lugar a la muerte de Ricardo, quien padecía problemas de salud mental”, aseguró la CIDH, que también informa que Lucas Matías Mendoza “perdió la visión sin que el Estado le hubiera otorgado tratamiento médico para evitar el deterioro de su situación, mientras que Claudio David Núñez y Lucas fueron víctimas de actos de tortura que tampoco fueron investigados de manera adecuada”. La elevación del caso ante la Corte IDH se produjo el 17 de junio, luego de que la Comisión considerara que el Estado no cumplió con las recomendaciones realizadas en el pasado.
Los casos de los jóvenes argentinos fueron presentados ante la CIDH en junio de 2002 y admitidos en marzo de 2008. En noviembre de 2010, la Comisión emitió un informe de fondo en el que dijo que el Estado violó derechos consagrados en la Convención Americana en perjuicio de esos chicos, entre ellos el artículo 19, en el que establece que “todo niño tiene derecho a las medidas de protección por su condición de menor por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”.
El informe recomendó y estableció plazos para resolver el caso, garantizando que se revisen las sentencias; investigar la muerte de Ricardo David Videla Fernández y las torturas denunciadas, e indemnizar a los jóvenes presos y a sus familias. El Estado pidió tres prórrogas para adoptar las medidas, pero el último plazo venció el pasado domingo 19 de junio.
Desde 1999, en el país se aplicaron 12 penas de prisión perpetua a menores de 18 años. Sin embargo, sólo cinco permanecen detenidos en la actualidad ya que a los cuatro casos denunciados se agrega el de Diego Arce, de 27 años, condenado a prisión perpetua en Mendoza cuando aún era menor de edad. Actualmente, está alojado en el Penal de Almafuerte, pero su caso no está denunciado ante la CIDH. <

lunes, 27 de junio de 2011

A no discriminar en la escuela

DOCENTES PORTEñOS LANZARON UNA CAMPAñA PARA COMBATIR LOS PREJUICIOS EN EL AULA

A no discriminar en la escuela

El sindicato UTE-Ctera y agrupaciones docentes de la ciudad desarrollan el proyecto “Escuelas libre de discriminación”. Apuntan a generar respeto a la diversidad, tanto por parte de los estudiantes como de maestros y profesores.
”Yo no digo negro de piel, digo negro de alma.” “¿Qué hacés, bolita?” “Qué querés, si es de la villa.” Los prejuicios entre niños y adolescentes, como los hay en el mundo adulto, suelen confluir dentro de las aulas. Con el propósito de derribar estas prácticas, el sindicato UTE-Ctera junto con agrupaciones docentes de la Ciudad de Buenos Aires desarrollaron el proyecto “Escuelas libres de discriminación” para generar políticas que respeten la diversidad en el sistema educativo. Matrimonio igualitario, pueblos aborígenes, migrantes, género, pobreza e inclusión serán algunos de los ejes que los docentes abordarán en las aulas. Desde la práctica diaria, buscan incidir en políticas del sistema educativo para que respeten las diversidades. La tarea comenzó en el colegio porteño Mariano Acosta, del barrio de Balvanera, para luego replicarse en el resto de las escuelas públicas. La propuesta será presentada a las familias en agosto.
De un banco a otro, “villero” o “bolita” son ofensas que aparecen entre los chicos. En las escuelas, suelen reproducirse prácticas, valores y discursos que ponen la mirada discriminatoria sobre el otro. Frente a esta situación, esta iniciativa docente pretende analizar las lógicas de discriminación que actúan en la escuela, y contribuir a soluciones participativas y comunitarias con un espacio libre de dedos acusatorios. “El eje central es la diversidad y la inclusión, pero también se abordará el contexto de pobreza e inclusión, grupos étnicos y diversidad cultural, género, diversidad sexual y migrantes”, explicó Emiliano Samar, coordinador del proyecto.
El proyecto está implementándose en el Mariano Acosta. Entre pares, los docentes de esa escuela reflexionan sobre la reproducción de los estereotipos construidos socialmente, y en los usos del lenguaje homofóbico, sexista, racista y clasista presente en las prácticas de socialización escolar. Por el momento, el trabajo en el Acosta consiste en la planificación de la intervención con los chicos. Por ejemplo, en secundaria se piensa trabajar las problemáticas con los estudiantes en talleres de promoción, campañas y spots de publicidad. El abordaje además será a través de las efemérides y el dictado cotidiano de las clases.
También se revisarán prácticas escolares y el posicionamiento docente: cómo aparecen –si lo hacen– los diferentes grupos en libros escolares, láminas, relatos, literatura; cómo los docentes hablan de sus estudiantes en las reuniones en sala de maestros o en el recreo. En el aula, habrá una selección de materiales y desarrollo de dinámicas para promover la aceptación de las diferencias, y se profundizará sobre las características de las diferentes identidades que conforman el grupo.
El programa, además, busca crear condiciones para facilitar la construcción identitaria de los jóvenes, como así también revisar los estereotipos implícitos en escenas cotidianas. Para Samar, cuando “no hay un trabajo con la identidad, no se valoriza la cultura y uno se para desde otro lugar”. En ese sentido, el primer paso del proyecto es conocerse. En cada escuela se hará una relevamiento de la población estudiantil –¿hay afrodescendientes? ¿hay familias homoparentales? ¿hay migrantes?– y a partir de los resultados se trabajará. También entrarán en discusión los esterotipos sociales: modelos que son transmitidos, roles y tareas que se identifican con varones y mujeres, juegos habilitados para niños y niñas. “El rollo es de los adultos”, subrayó Samar y explicó que desde las casas, los más chicos suelen adoptar prejuicios.
A su vez, se promoverán espacios de formación y capacitación docente que apunten al reconocimiento y visibilidad de la diversidad desde una perspectiva de género, étnica-cultural, de clase y que garantice el respeto a la libre orientación sexual en los ámbitos educativos. “El proyecto, que es de docentes y para docentes, busca atender a los que están en formación, en ejercicio y a la comunidad educativa total, familias y alumnos. No lo pensamos desde oficinas, sino desde la escuela misma”, explicó Samar en referencia al proyecto de UTE-Ctera, la agrupación 100% Diversidad y Derechos y el colectivo de docentes autoconvocados Todas las Voces Educadores/as por la Diversidad y la Identidad.
La meta es declarar a cada escuela que participe del programa como espacio “libre de discriminación”, como resultado de un trabajo pedagógico y participativo con toda la comunidad por la promoción del respeto, la valoración y la visibilización de las diversidades. En el Acosta, se verá pronto la bandera con la consigna “estamos trabajando para una escuela libre de discriminación”.

Informe: Soledad Arréguez Manozzo.

lunes, 20 de junio de 2011

Juan Luis Guerra

 GRACIELA JACOB, SOCIOLOGA Y MEDICA ESPECIALISTA EN CUIDADOS PALIATIVOS

“Cuando no hay tratamiento para la cura, también hay muchas

cosas para hacer”

La experta advierte que el paciente con enfermedades avanzadas no sólo debe recibir cuidados paliativos en el último tramo de su vida, sino desde el momento mismo del diagnóstico. El alivio del dolor y una atención que contemple todos los aspectos de la persona constituyen un derecho humano, dice. Graciela Jacob explica qué son los cuidados paliativos y cuánto falta en la Argentina para que sean una realidad cotidiana.

Por Verónica Engler



–¿Qué son los cuidados paliativos?
–Los cuidados paliativos están todavía poco difundidos en la sociedad y bastante confusos. Según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2002, se refiere a una atención de excelencia, que abarque no solamente los aspectos físicos y psicosociales, sino también los aspectos espirituales de cualquier enfermedad avanzada para la cual ya no hay tratamiento curativo. Son cuidados por un lado en el final de la vida, pero en lo que atañe, por ejemplo, a enfermedades como el cáncer son cuidados continuos, desde el mismo momento del diagnóstico. Pero también se ocupa de las enfermedades crónicas como algunas neurológicas o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica que en algún momento se convierte en etapa final. Y hablamos de cuidados continuos porque solamente el diagnóstico de cáncer supone un impacto muy grande no sólo para la persona que se enfermó, sino también para su familia y su entorno, que produce muchas alteraciones. De estas necesidades no se puede ocupar solamente el oncólogo con el tratamiento específico, tiene que ocuparse un equipo que está formado, en general, por médicos, enfermeros, trabajadores sociales, psicólogos y terapistas ocupacionales. Es un problema muy complejo, y para los problemas complejos necesitamos soluciones complejas. No es una medicina individual, es un tratamiento en equipo. Hay equipos de distinta naturaleza y de distintas aptitudes. Pero el equipo básico está formado por un médico y un enfermero, y en este equipo básico el trabajo es interdisciplinario, es decir que el médico no solamente se va a ocupar de todos los aspectos físicos del paciente, sino también del impacto de estos problemas en él y en su familia. La unidad del tratamiento es el paciente y su familia o su entorno significativo, que puede estar formado por amigos. Hemos atendido gente sola en la que el entorno significativo, por ejemplo, era el encargado del edificio donde esta persona vivía.
–¿Qué cosas son las que se pueden hacer cuando ya no hay tratamiento para la cura? –Cuando no hay tratamiento para la cura, recién ahí hay muchas cosas para hacer también. Los cuidados paliativos lo que se proponen no es ni prolongar ni acortar la vida, sino que la vida tenga su curso “natural”. Es decir, nosotros pretendemos intervenir en la calidad de vida. Entonces el objetivo es darle a la persona que está enferma la mejor calidad de vida hasta el último momento de su vida. ¿Y en qué consiste este criterio de calidad de vida? Por supuesto que alguien para decir que tiene una mínima calidad de vida tiene que estar libre de dolor, alguien que está con dolor no puede hacer nada, está tomado por el dolor. Entonces, el alivio del dolor y de otros síntomas, como pueden ser las náuseas, los vómitos, el delirio o la angustia, son prioritarios. Se trata del alivio del dolor y de otros síntomas, pero además de la ayuda al tránsito en una etapa de la vida que se va acortando y que es importante. Cuando uno tiene un paciente que está teniendo dolor, que no responde a los tratamientos médicos adecuados, tiene que pensar que este dolor tiene otro componente, es lo que llamamos “dolor total”, que es el dolor más el sufrimiento por ese dolor, o es el dolor asociado a una angustia existencial muy grande. Entonces, si no se atienden las dos cosas, tampoco hay alivio del síntoma físico. Y en estas cosas no existe una línea divisoria pura que le permite a uno decir “hasta aquí es lo físico, desde aquí es lo psicológico y desde aquí es lo espiritual”, y si el equipo tratante no es sensible para detectar esto, se pierden posibilidades de intervención que pueden ser muy ricas. Es decir que la atención a una persona es una atención global, no es meramente física, y por eso existe el equipo. En la institución en la que yo estuve trabajando en cuidados paliativos durante muchos años, en la que brindábamos atención domiciliaria, teníamos una paciente que estaba muy angustiada porque ella no sabía cómo iba a ser el después. Lo que más la angustiaba era no ver el nacimiento de un nieto que era inminente, y qué podía dejarle a ese nieto. Con la gente que trabajábamos se organizó para que ella pudiera hacer una especie de testamento hablado. Como teníamos una camarita de video, esta señora dejó un video grabado para su futuro nieto, en donde transmitía todo lo que ella quería transmitir a su hija, que iba a ser la mamá de este nieto, y a ese nieto. Esta mujer vivió hasta después de que se terminó el video, por supuesto, porque tenía ese objetivo. Yo podría decir que su muerte fue una muerte tranquila, pacífica, y con los síntomas muy bien controlados.
–¿Cómo se trabaja para controlar el dolor? –El tema del dolor es un tema crucial, es el tema más importante por muchísimos motivos. Primero porque existen las herramientas. Desde los años ‘80 la OMS publicó una norma, que es lo que se llama “la escalera analgésica de la OMS”, son escalones en donde uno va avanzando con analgésicos antiinflamatorios simples, más complejos, más potentes, y en el tercer escalón está la morfina. Pero cuando yo digo “morfina”, la sociedad entra en pánico, entran en pánico los colegas, entra en pánico el público en general, porque la morfina está asociada a terminalidad (provocar la muerte), esto es el mal uso de la morfina. Existe en la Argentina muy buena disponibilidad de opioides, pero existe muy mala accesibilidad.
–¿Cuáles son las barreras para la accesibilidad? –Muchas, una es el propio desconocimiento de los profesionales. Es decir, el manejo del dolor lo tendrían que hacer no sólo los especialistas en medicina paliativa, el ciento por ciento de los médicos tiene que poder manejar el dolor, el ciento por ciento de los médicos tiene que saber que el dolor es aquello que el paciente dice que tiene y no minimizar lo que el paciente dice que tiene. Respuestas como “no, no puede ser que le duela tanto” no existen para nosotros. La medida del dolor la da el otro, pero las herramientas para tratar el dolor las tengo que poner yo como médica. Entonces, el desconocimiento y la falta de formación es una barrera importante. Otra barrera importante son las regulaciones. Es necesario que los estupefacientes estén regulados para que no vayan al mercado ilegal, pero bien sabemos que los opioides para uso médico no se derraman hacia el mercado ilegal. El mercado ilegal es muchísimo más poderoso que cualquier médico recetando morfina. Entonces, tenemos leyes y tenemos vericuetos para conseguir recetarios para la morfina que son desestimulantes de la receta.
–¿Cuáles son estos vericuetos? –Por ejemplo, en el sur, en la zona de Cipolletti, para obtener un recetario de morfina el médico tiene que entregar el recetario anterior, los recetarios tienen veinte recetas. Entonces, si yo di veinte recetas y entrego mi recetario a una distancia de, por ejemplo, cincuenta kilómetros, en invierno y con nieve puede demorar un mes o mes y medio hasta poder volver a tener un recetario. Mientras tanto, ¿qué pasó con el paciente? La morfina existe pero no la puedo recetar. Y esta es una de las barreras en las cuales desde la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos (Aamycp) queremos trabajar. Entonces, un médico que no está entrenado, no va a hacer todo el trámite para conseguir el recetario de morfina, y en consecuencia se dice “bueno, que la morfina la recete otro”. Y ese “otro” somos los médicos que hacemos cuidados paliativos, que somos muy pocos, no alcanza, y así como es con la morfina también sucede con otros opioides importantes como puede ser la metadona o el fentanilo. Hay muchos opioides del tercer escalón que son necesarios, y que hay que combinar, porque no siempre se puede usar morfina, a veces hay que usar otras cosas, o morfina más otras cosas. Hay todo un movimiento en el mundo para que el acceso a los opioides y el alivio del dolor sea considerado como uno más de los derechos humanos. Hubo una declaración hace un año en la OMS que refrenda el derecho al alivio del dolor como un derecho humano, y yo diría a la dignidad en todas las etapas de la vida, a tener atención respetuosa de las propias individualidades, a que el paciente tenga derecho a decidir qué quiere para sí, qué tratamientos quiere, qué tratamientos puede decir que rechaza, en dónde quisiera morir, de qué manera quiere morir o si va a aceptar tener un respirador o no. Hubo un hecho que movilizó mucho este tema. Fue en el año 2008 en Colombia, en un diario de Cali se publicó una solicitada de la madre de una joven que tenía un cáncer de útero en estado terminal. El aviso decía: “Señor Ministro, no nos hagan sufrir más. No es el cáncer lo que nos mata, es la falta de morfina”. Porque ella tenía receta pero iba de farmacia en farmacia y no la conseguía, y en estado de desesperación ella publicó en ese pedido en el diario un aviso que generó un impacto brutal, y las autoridades sanitarias intervinieron.
–¿Cuál es la situación de los cuidados paliativos en la Argentina? –En la Argentina existen en este momento casi cien equipos de cuidados paliativos que están trabajando, algunos en forma privada y otros en hospitales públicos. Hay una difusión paulatina de los equipos de cuidados paliativos. En el ámbito de la ciudad de Buenos Aires existen varios hospitales que tienen no solamente atención en consultorios externos, sino también internación, con muy pocas camas propias de internación todavía, con la excepción de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú. Pero en general existen muy pocas camas de internación en cuidados paliativos y esto es una carencia muy importante. Porque las necesidades de una persona que está internada para cuidados paliativos son diferentes que las necesidades de una persona que está en un hospital de agudos. La necesidad de que cualquiera de los miembros de su familia pueda verlos sin restricciones de ninguna naturaleza, que los niños tengan acceso, que la persona que está internada pueda tener su propia comida, es decir, que no exista la restricción en la alimentación que hay en un hospital de agudos. Es muy complejo atender a alguien como en su casa en un hospital. Esto es una necesidad muy importante, y es una carencia importante. En el inicio, cuando se hablaba de cuidados paliativos en la Argentina se los asociaba con cuidados en el final de la vida y cuidados al moribundo, lo cual generó probablemente un rechazo importante, porque somos una sociedad en donde en principio nos gusta ser jóvenes, sanos, bonitos, ricos y no morirnos nunca, ser eternos. Entonces, cualquier cosa que remitiera al final de la vida era bastante rechazada. En la actualidad es una necesidad cada vez mayor, que se constituye en un derecho. En ese sentido Argentina tiene, como siempre, una legislación muy de avanzada, pero que no se acompaña con la implementación de las leyes. Desde el año 2000 los cuidados paliativos están incluidos dentro del Programa Médico Obligatorio (PMO), esto genera el marco legal para que la especialidad crezca, se desarrolle y pueda brindar soporte y sostén a los pacientes que están atravesando una situación de enfermedad avanzada.
–¿En nuestro país los pacientes tienen acceso a los cuidados paliativos? –En la teoría sí, pero en la práctica está restringido. Todas las obras sociales y la medicina prepaga como tienen la obligación de proveer cuidados paliativos por ley, porque están incluidos en el PMO, tienen servicios de atención domiciliaria. Pero ¿quiénes llevan a cabo este servicio de atención domiciliaria? Un médico que no está formado en cuidados paliativos y una enfermera que no está ni en contacto con el médico ni con los cuidados paliativos. Y entonces es una atención a domicilio fragmentada y sin las herramientas específicas de los cuidados paliativos, que no es solamente el control de síntomas, sino la atención al paciente y su familia como unidad y desde un equipo.
–¿Por qué no se pudo conseguir todavía que se cumpla con este derecho de los pacientes? –Hay distintas razones, falta de conocimiento, si se cumpliera la ley a rajatabla no existe la totalidad de los profesionales formados como para esto. Hay que hacer un programa de entrenamiento para médicos de cabecera, esto es esencial para que todos los médicos tengan los conocimientos básicos, y que los especialistas en cuidados paliativos solamente intervengan en situaciones muy complejas. En el año 2000 la Aamycp trabajó junto con el Ministerio de Salud de la Nación para la confección de normas para los cuidados paliativos, y ahí se establecieron los niveles de atención, según complejidad de la patología que presenta cada paciente. Porque no todo el mundo necesita cuidados paliativos especializados del tercer nivel, muchas veces el médico de cabecera puede completar la primera parte de estos cuidados y los pacientes entonces no llegarían tan deteriorados a ser atendidos en paliativos. En la realidad, cuidados paliativos hoy todavía sigue siendo en el final de la vida y en los últimos meses de la vida, y eso es una pena porque los pacientes vivirían muchísimo mejor si tuvieran cuidados paliativos desde el inicio, o si los equipos de cuidados paliativos estuvieran incorporados a nivel de los hospitales o de los equipos oncológicos, o de los equipos que trabajan con enfermedades neurológicas progresivas desde el inicio, para que haya un especialista que ayude al equipo a hacer lo que hay que hacer a nivel paliativo.
–¿Cómo es la tarea de acompañar a una persona en el final de su vida? –Acompañar a alguien que está muriendo no es solamente duro, también es muy enriquecedor. Es una tarea muy movilizante a nivel personal, por eso nosotros trabajamos en equipo y tenemos supervisión psicológica externa, porque necesitamos también socializar nuestros temores y nuestras angustias. Exige que uno se plantee sus propios temores y su propia filosofía respecto de morir, y además exige muchísima flexibilidad, porque tenemos personas de distintos niveles culturales, orígenes socioeconómicos, culturas, regiones. Entonces, lo que es bueno para mí como persona no necesariamente es bueno para el paciente como persona. Este reconocimiento es el primer paso para poder acompañar al otro en todo el recorrido. Por supuesto que la idea de morirse adquiere distinto significado en cada persona, pero en los que trabajamos en cuidados paliativos, lo que obtenemos o lo que sentimos que los pacientes nos dan es la gratitud por haberlos aliviado y haberlos acompañado. El proceso de acompañar no es un proceso en donde uno se deteriore, sobre todo si ese proceso puede ser un proceso que termina bien. Es mucho más fácil acompañar a morir a una persona que ya hizo su vida que a un joven o a un niño, esto es así siempre. Hay equipos que trabajan con niños. Yo personalmente no podría trabajar con niños, y es una limitación personal que tengo muy clara.

martes, 7 de junio de 2011

DÍA DEL PERIODISTA

Se estableció en 1938

Se celebra hoy el Día del Periodista

Publicado el 7 de Junio de 2011
El 7 de junio de 1810, Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos Aires con el objetivo de divulgar las ideas revolucionarias entre la población. Habrá un homenaje a Paco Urondo en Canal 7 y un acto frente al diario Clarín.
  Un 7 de junio de 1810, Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos Aires con el objetivo principal de divulgar las ideas revolucionarias entre la población. Allí se congregaron las plumas más inspiradas de ese entonces: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo y el propio Moreno. En 1938, en plena década infame, el Primer Congreso Nacional de Periodistas retomó la senda trazada por nuestros revolucionarios y dejó sentado al 7 de junio como el Día del Periodista.
A lo largo de la historia del periodismo nacional fueron muchos los exponentes que revalidaron aquella concepción fundacional. En nombres como los de Raúl González Tuñón, Roberto Arlt, Juan Gelman, Osvaldo Bayer, Rodolfo Walsh y Paco Urondo, entre otros, puede trazarse la genealogía de aquellos que entendieron al oficio periodístico como lo comprendieron los hombres de Mayo: como una herramienta transformadora para informar al pueblo y develar las ardides de los reaccionarios de turno. En los casi 100 compañeros periodistas desaparecidos latió ese mismo compromiso. La lucha por la plena vigencia de La Ley de Medios de la Democracia representa el eco actual de ese latido.
Para hoy están previstas, entre otras, dos actividades. A las 12 se exigirá en la puerta del diario Clarín por el retorno de la organización gremial y se colocará una placa en homenaje a Ana Alé, última secretaria general de la Comisión Interna de ese matutino. Además, desde las 18, la Televisión Pública inaugurará la muestra Francisco Paco Urondo, siempre en nombre de la alegría. <

sábado, 4 de junio de 2011

Convocatoria de profesores y alumnos en el CENTRO CULTURAL -UNGS

Convocatoria realizada el viernes 3 de junio. El sábado 4 a las 12.30 , se reunieron con el rector de la UNGS, previo encuentro entre los docentes para plantear la situación actual

miércoles, 1 de junio de 2011

MAPUCHES

DIALOGO CON JUAN CARLOS RADOVICH Y ALEJANDRO BALAZOTE, ANTROPOLOGOS SOCIALES

Mapuches: hablemos de la identidad

El Jinete Hipotético cabalgó hacia el sur porque siempre estuvo interesado en comprender cómo evoluciona la identidad de los pueblos originarios. Y conversó con los dos antropólogos sociales, quienes le contaron sobre las tradiciones y los cambios de las comunidades mapuches.
 Por Leonardo Moledo

–Ustedes se dedican a estudiar los mapuches...
Juan Carlos Radovich: –Somos antropólogos sociales, y en realidad nos dedicamos a estudiar diversos problemas, entre los que se cuentan los conflictos étnicos, las identidades, la antropología económica, las formas de vida, los impactos de grandes obras. Y los mapuches estuvieron involucrados en varios de nuestros proyectos. Empezamos a trabajar a principios de los años ’80, y en el año 1986 terminamos asesorando la re-locación de la comunidad mapuche a raíz de la construcción de la represa Piedra del Aguila.
–¿Cómo es la sociedad mapuche? Alejandro Balazote: –Yo diría que son parte de esta sociedad. No hay una sociedad separada de la sociedad capitalista en que vivimos todos...
R.: –En general cuando se piensa en indios se piensa en individuos aislados, ahistóricos. Y en realidad están profundamente vinculados al mercado de trabajo, a la mercantilización de sus productos, a la gestión de recursos...
–Pero teniendo eso en cuenta, ¿cómo viven? B.: –Yo creo que los mapuches han cumplido y cumplen en el sistema de relaciones interétnicas un rol de subordinación muy importante. El avasallamiento que se dio durante el surgimiento del Estado-Nación, la privación de su territorialidad, el genocidio, los obligaron a repensar sus procesos identitarios, su economía, su relación con el Estado...
R.: –Y a partir de ahí pensar en estrategias para llevar a cabo sus reivindicaciones.
–¿Hay organizaciones y formas de vida propiamente mapuches? R: –Sí, claro. Siempre que se piensa en los mapuches se piensa en los mapuches rurales. Pero el ’75 por ciento, aproximadamente, vive en pueblos y ciudades. Y es precisamente en los pueblos y las ciudades donde han logrado crear organizaciones originales que comenzaron a recuperar, paulatinamente, aspectos de su identidad y de su cultura. Cuestiones que tienen que ver con la historia, con la lengua, con la cultura. Y a partir de eso se da, también, el reclamo al Estado de la puesta en práctica de ciertas políticas.
–Vamos a las comunidades mapuches que viven en ámbitos rurales. ¿Cómo son? ¿Los chicos van a la escuela? R.: –Sí. Es raro que una comunidad no tenga una escuela propia o compartida. Donde no la hay, es porque hay un pueblo cercano que está a pocos kilómetros. Son escuelas provinciales a las que, en algunos casos, van solamente chicos mapuches y, en otro caso, va también gente no mapuche.
–¿La lengua se está perdiendo? B.: –Bueno, hay algo todavía. Los ancianos siguen hablando mapuche y hay una cierta revalorización de la lengua. en las comunidades, en qué se habla en español. Aunque hay gente que habla mapuche.
–¿Cuál es el rol de la mujer en la sociedad mapuche? R.: –Podemos decir que, a la luz de los cambios en la sociedad en general, la mujer ha ganado en protagonismo. Ha habido cambios en la división sexual del trabajo, en la participación política... Y además tienen una postura de que hay un tema de género a salvar en la propia comunidad.
B.: –Lo que no quiere decir que se haya conseguido la no discriminación. En una sociedad mayor donde la mujer es discriminada, las comunidades también tienen ciertos niveles de discriminación.
–¿Y son comunidades autoritarias? R.: –No. Si vamos a la organización política, vemos que antiguamente se elegía al jefe a partir de un linaje dominante. Puede ser que en algunos casos se siga dando así, pero ahora la mayoría elige a sus jefes en votaciones.
B.: –E incluso hay mujeres que son jefes, lo cual era impensable hace un tiempo. Por otro lado, hay una fuerte valorización del consenso. Las cosas pueden demorar más, pero tienen que estar bien consensuadas. Y también hay una valorización del discurso.
–¿Y la salud cómo se maneja? ¿Con métodos tradicionales o a la occidental? B.: –Se maneja con todo tipo de formas. Como en toda sociedad, hay mecanismos y herramientas de medicina popular (algunos que son propios y otros que son heredados, por ejemplo, de los conquistadores españoles). Pero ninguno reniega de la medicina convencional. Y lo que reclaman es que hay aspectos culturales que no son tenidos en cuenta en los planes sanitarios o en las formas de encarar las políticas en salud.
–Hace un tiempo hubo un caso entre los guaraníes de un chico cuya comunidad se oponía a que fuera operado, ¿no? R.: –Pero esos casos son excepciones. La gente concurre a los lugares de salud en la medida en que le son eficaces. Ellos saben, por otro lado, que hay cosas que los médicos no les pueden curar. Y ahí concurren a lugares alternativos.
–Bueno, en ese caso, finalmente fue operado y el chico se salvó. ¿Y hay propiedad privada? R.: –No, propiedad privada no. Eso varía de acuerdo a las provincias. En el caso de Neuquén, por ejemplo, hay un reconocimiento de una cantidad de reservas indígenas desde el año 1964, y después hubo un proceso en el que a muchas de ellas se les dio la propiedad en términos de una asociación civil sin fines de lucro. Es decir que la tierra no está parcelada, sino que es un territorio colectivo que nadie puede vender.
B.: –Y eso es muy importante para las comunidades que están en zona petrolera, porque cobran derecho de servidumbre.
–Las que están en territorio petrolero tienen que ser muy ricas. B.: –Algunas. Las que reciben servidumbre.
R.: –Hay un par de comunidades que están asentadas sobre un territorio en el que se producía, hace un tiempo, el 35 por ciento del gas del país.
–Tienen suerte de vivir en esta época. En otra época los hubiesen matado. R.: –Sí, claro. Pero no hay que pensar que los indios están exentos de la represión.
–¿Y hay consejo de ancianos o ese tipo organizaciones antiguas? R.: –En este proceso de revalorización identitaria hay una fuerte tendencia a revalorizar la palabra de los mayores, e incluso a reforzar ciertos roles como, por ejemplo, el de las mujeres que son depositarias del conocimiento religioso de la lengua y que llevan a cabo parte de los actos rituales en algunas ceremonias. E incluso, la palabra del lonko (el jefe).
B.: –No existe un consejo formal de ancianos, pero sí una valoración de la palabra de los antiguos. Siempre que van a un evento donde tienen que mostrar su reclamo y su identidad, la presencia de los mayores es marcada. Son los depositarios del saber de la comunidad.
–¿Y la religión? R.: –El cristianismo metió sus garras de distinta manera. La Iglesia Católica intentó compatibilizar elementos de un lado y de otro. El Obispado de Neuquén en la década del ’70 fue muy importante en la defensa de las comunidades. Pero también son importantes otras religiones, como el pentecostalismo, el evangelismo...
–En realidad esos obispos fueron los que enfrentaron a la dictadura. No Bergoglio. R.: –Ni monseñor Plaza.
–¿Y religión mapuche? R.: –Bueno, en este momento de revalorización política y organizativa, hay una revalorización de cierta cosmovisión y de la creencia en determinados seres que forman parte del territorio.
–¿Y hay emigración de esas comunidades? R.: –Sí. Hay un dicho que dice: “La familia crece, la tierra no”. Los recursos no alcanzan para todos y, en general, en las comunidades se mantiene una cantidad de población estable.
–¿Y quién se va? R.: –Depende de la estructura familiar, de cuántos hay para trabajar, de cuántos hombres y mujeres hay, de la proximidad a los centros urbanos...
B.: – La ganadería es la actividad económica principal. Muchos tienen trabajo asalariado en estancias...
–Los explotan. B.: –Sí.
–¿Como a todos o más? R.: –Más. Porque el hecho de ser indígenas muchas veces es un elemento para favorecer la desigualdad y la sobreexplotación.
–En una casa mapuche en el campo, ¿hay televisión? ¿Internet? ¿Computadoras? R.: –En el campo no. Pero todo depende de la ubicación.
–¿Hay mapuches universitarios? R.: –No muchos, pero hay.
–¿Y qué están haciendo ahora ustedes? B.: –No hacemos sólo investigación académica, sino que tratamos de aportar nuestro granito de arena a los reclamos territoriales. Por ejemplo, en Villa La Angostura hay dos comunidades que reclamaban sus derechos territoriales ancestrales sobre parte del cerro Belvedere (el lugar de mayor valorización inmobiliaria de Villa La Angostura), que fueron desalojadas violentamente a fines de 2009. Y el año pasado presentamos un libro, justamente, que es el producto de una investigación sobre la historia de estas comunidades.
–Y la investigación académica, ¿en qué consiste? R.: –Básicamente estudiamos el impacto y los efectos sociales que generan los procesos de inversión de capital en ciertas poblaciones.
B.: –Y, en relación a eso, los conflictos territoriales y los procesos identitarios. Las últimas investigaciones se centran en el estudio de la disputa por la gestión de los recursos naturales.
–¿Va a desaparecer la comunidad mapuche? B.: –No.
lmoledo@yahoo.com