La mayoría de las víctimas de Hula
fueron ejecutadas. Cerca de la mitad de los muertos son niños, según el
Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU
Un observador de la ONU toma fotos de las víctimas de Hula. / AFP
Los datos comienzan a confirmar el horror que desde el viernes pasado
llega desde Siria en forma de vídeos distribuidos por los grupos
opositores. Las investigaciones preliminares del Alto Comisionado para
los Derechos Humanos de la ONU indican que la gran mayoría de los 108 sirios muertos en Hula,
al oeste del país, el pasado viernes fueron ejecutados por milicias
progubernamentales. Cerca de lamitad eran niños. El Gobierno sirio niega
cualquier implicación en la matanza, que atribuye a “grupos
terroristas”, términos con los que Damasco acostumbra a referirse a los opositores.
Naciones Unidas ha llegado a esa conclusión después de escuchar el
testimonio de supervivientes de la matanza, que ha conmocionado a medio
mundo y que ha provocado la condena casi en bloque de la comunidad internacional
al régimen de Damasco, al que acusa de estar detrás de las muertes. “En
este momento parece que [los milicianos leales al presidente El Asad]
dispararon a familias enteras en sus casas”, ha indicado Rupert
Colville, portavoz del Alto Comisionado en conferencia de prensa en
Ginebra.
A primera hora de la tarde del pasado viernes, un grupo de habitantes
de Hula salió a manifestarse en contra del régimen después de la
oración. La represión gubernamental que siguió a la protesta y a un
ataque de los grupos rebeldes a un control militar dejó más de un
centenar de muertos, decenas de ellos niños, a los que se puede ver con
aparentes disparos efectuados desde cerca en las imágenes procedentes de
Hula. Algunos habitantes relataron a varios medios de comunicación que
sobrevivieron haciéndose los muertos.
Resulta muy difícil comprobar la veracidad de las imágenes y los
testimonios ya que el régimen de Damasco mantiene el país cerrado, salvo
contadas excepciones, a reporteros e investigadores desde que estallara
la revuelta que pide la apertura democrática desde hace más de un año.
Parte de las muertes “fueron ejecuciones sumarias”, dice la ONU
Más de 10.000 personas han muerto a consecuencia de la campaña
represiva ordenada por el régimen de Damasco, según las estimaciones más
conservadoras. Además medio millón de sirios han abandonado sus casas
para huir de la violencia. El Alto comisionado de la ONU ha pedido hoy
al Gobierno sirio que permita el acceso de los investigadores al país
para poder aclarar lo ocurrido en Hula.
“Lo que está claro es que el hecho que tuvo lugar en Hula es
abominable y que por lo menos una parte significativa de las muertes
fueron ejecuciones sumarias”, indica un comunicado difundido por el Alto
Comisionado. Según las investigaciones llevadas a cabo por Naciones
Unidas, menos de una veintena del más del centenar de víctimas murieron
por los disparos de artillería procedentes del Ejército sirio. “De
acuerdo con testigos locales y supervivientes entrevistados, la mayoría
del resto de víctimas en Taldu, una de las áreas de Hula, fueron
ejecutadas de forma sumaria en dos incidentes separados que la población
local atribuyó a la paramilitar Shabiha”, explica el comunicado del
Alto Comisionado que recoge las conclusiones preliminares. El
responsable de misiones de paz de la ONU, Hervé Ladous, ha ofrecido hoy
en Nueva York conclusiones similares respecto a la autoría de los
crímenes.
Algunas personas lograron sobrevivir al simular que estaban muertos
Al menos 49 de las víctimas eran niños y otros 34 eran mujeres.
Colville ha indicado en Ginebra que aún no es posible ofrecer una cifra
exacta de víctimas porque siguen llegando informaciones que podrían
aumentar el número de muertos.
Activistas de Homs, ciudad convertida en bastión de la oposición
y próxima a Hula, han indicado que el Ejército ha vuelto a bombardear
hoy martes la localidad de la matanza y ha impedido el paso a coches
cargados con harina, verduras y provisiones. Añaden que la electricidad
sigue cortada en Hula por cuarto día consecutivo. Informan también de la
muerte de una treintena de personas por todo el país a manos de las
fuerzas de seguridad.
Kofi Annan, enviado de Naciones Unidas y de la Liga Árabe al
conflicto sirio se ha entrevistado hoy en Damasco con el presidente
sirio, Bachar el Asad. Annan le ha pedido al mandatario durante su
encuentro “pasos claros ahora, no mañana, ahora” para que pueda
prosperar el plan de paz de seis puntos pactado con el Gobierno sirio
y los grupos opositores a mediados de abril, y que incluye un alto el
fuego que no se ha respetado, como prueba la matanza de Hula.
Un total de 1.800 personas han muerto desde el supuesto inicio del
alto el fuego en Siria, según el opositor Observatorio para los derechos
Humanos sirio con sede en Londres.
Frente a Annan, el presidente Asad ha vuelto a ajustarse al guion que
repite desde hace meses. “Señaló que grupos terroristas armados
incrementaron notablemente sus actos terroristas últimamente en varias
zonas de Siria, cometiendo asesinatos y secuestros contra ciudadanos
sirios”, ha resumido con el habitual tono oficialista la agencia de
noticias Sana tras la entrevista entre ambos.
Alain Badiou y Elisabeth Roudinesco: defender al psicoanálisis
A propósito del 30° aniversario de la muerte de
Lacan, el pensador y la historiadora se reunieron a conversar y
alertaron sobre los tratamientos reaccionarios y la obsecuencia de
algunos psicoanalistas. En marzo, lo publicaron en “Lacan, pasado y
presente” (Seuil), pero la discusión siguió en los medios.
Lacan, pasado y presente
es el título que Badiou y Roudinesco decidieron firmar juntos. El
pensador y la historiadora dialogaron y editaron una serie de
conversaciones sobre la invención freudiana. Y alertaron sobre los
ataques permanentes que recibe esa práctica. Ya no se trata sólo de las
diferencias políticas entre ambos, y de cada uno respecto, por ejemplo,
de la organización empresarial del psicoanálisis después de la muerte de
Jacques Lacan en 1981, sino de prender una luz roja sobre el carácter
reaccionario de los tratamientos y los diagnósticos en un mundo cada vez
más inclinado a las soluciones urgentes, sometido a las operaciones
mediáticas de los laboratorios farmacéuticos, sus brazos ejecutores (los
médicos y muchos analistas) y cierta prensa que encuentra en la
publicidad de placebos una manera de continuar sus negocios por otros
medios.
Se sentaron a discutir cuando se cumplieron los 30 años de
la muerte de Lacan, hace ya unos meses. Y descubrieron, el filósofo de
la izquierda radical, y la historiadora que supo (o sabe) construir una
imagen de Jacques-Alain Miller como la de un usurpador al que no puede
dejar de reconocerle inteligencia, capacidad de dirección y una
legitimidad donada por el mismo Lacan, que además de los malentendidos, y
de extrañar la transmisión sin par del autor de los “Escritos”, el
problema era más grave que las disonancias personales: el problema era
el psicoanálisis y su capacidad de supervivencia en un universo hostil
al silencio, la paciencia, el trabajo a largo plazo (y con otros) que
propone su práctica. Y algunos psicoanalistas de peso que bajo la excusa
de seguir “a la letra” la enseñanza del maestro, o bien se convierten a
la obsecuencia, esa pasión de multitudes, o bien, descartada la cura
por la palabra, han optado por el aparato sanitario montado por la
industria farmacéutica y sus voceros oficiales y oficiosos. Lacan mismo
–recuerda Badiou– advirtió sobre la posibilidad de una regresión global
que si se la traduce, implicaría el triunfo de la religión sobre la
ciencia del inconsciente, que desde la lógica más rigurosa, puede
entender, de los fundamentalismos y sus variantes “humanistas” o
ecuménicas, su valor de consuelo, pero nunca, para cada quien, su valor
de verdad. A menos de entender, como hacen cantidad de religiosos y
psicoanalistas, que consuelo y verdad resultan equivalentes y
universales. Pero no es el caso.
El 15 de marzo, Seuil publicó el
libro. Badiou y Roudinesco se reunieron algunas veces más y continuaron
la conversación y acordaron los términos. El primer punto: advertir que
también durante el siglo XXI, el psicoanálisis corre el riesgo de
diluirse en una especie de psicoterapia o de psicología para masas,
perdiendo el filo subversivo que es la marca de Freud y de Lacan. Y
también consideraron, el primero en recordar la presencia activa del
psicoanalista, durante los 60, ajustando, si fuera posible todavía más
sus conceptos (al igual que su escepticismo), contrario al de sus
discípulos de la época, orientados por el filósofo Louis Althusser, y
disidentes con su posición a favor del PCF. Eran abiertamente maoístas,
normalistas que entre 1966 y 1969 publicaron los Cahiers pour l’Analyse
–entre ellos Miller, Alain Grosrichard, Michel Tort, Francois Regnault,
Jean Claude Milner, Luce Irigaray, Serge Leclaire, Jacques Derrida y el
propio Badiou. La señora Roudinesco –que acaba de perder un juicio
contra Miller y su esposa, Judith, hija de Lacan–, prefirió, en cambio,
atender las causas por las cuales considera que el psicoanálisis corre
peligro: burocratización, institucionalización empresarial, falta de
consideración a los fenómenos psicopatológicos colectivos, pánicos
inéditos, etcétera. Sobre los ataques que pudieron leerse en el Libro negro del psicoanálisis
y la biografía novelada de Freud escrita por el profesor Michel Onfray,
tomó posición en su momento, en dos libros, bien argumentados,
desestimando falsedades e injurias diversas. Para la autora de la
biografía (no autorizada) de Lacan, el psicoanálisis debería cuidarse no
sólo del conductismo y las neurociencias sino de los mismos
psicoanalistas. Sin embargo, la defensa de práctica tan compleja pasó
sin pena ni gloria, al menos para los psicoanalistas de mayor nombre
fuera de Francia.
Ese fenómeno es el que reprodujo hace dos semanas la revista parisina Le Nouvel Observateur.
Dijo entonces Badiou: “Hoy en día se nos dice que ser un individuo es
suficiente. Es el discurso del liberalismo supuestamente democrático,
que produce individuos maleables y sumisos, atrapados, incapaces de
acciones comunes (…) Ese también es el discurso de la neurociencia, que
pretende reducir el sujeto a la neurona individual. La neurología dice
que ‘el hombre es una gran bolsa de neuronas’. Se trata de un sistema
científico para mejor despliegue del capital. En el campo de la psique,
sólo el psicoanálisis, creo yo, es capaz de salvarnos. Pero parte de
nuestro llamado es que los psicoanalistas, atrapados en sus peleas, no
hacen lo necesario para defenderse. Se debe encontrar una manera de
satisfacer la nueva demanda dirigida al psicoanálisis sin caer en el
neo-positivismo. Y son ellos quienes pueden dar ese paso.
Roudinesco
quizá sea más explícita (o menos simpática). “Los psicoanalistas
deberían producir más teoría. Sus grupos funcionan como empresas, como
corporaciones profesionales. Condenan a los padres del mismo sexo, la
omnipotencia de la madre en contra de la función paterna. Los
psicoanalistas no tienen que estar haciendo trabajo de policías en
nombre del complejo de Edipo. Viven en el diagnóstico y en los medios. Y
abandonaron la cuestión política: son escépticos, falsos estetas
desvinculados de la sociedad. Dicen que curar el sufrimiento es un
modelo antiguo. Sin embargo, las condiciones no han cambiado tanto. En
la época de Freud, los pacientes eran de clase media y media alta,
tenían tiempo y dinero. Es lo que no tiene la mayoría de las personas
ahora. El problema es que de seguir así, los analistas sólo se
analizarán entre ellos. Lo que dice Badiou es que habría que escuchar
esta nueva demanda. Y creo que eso es posible. El análisis estándar
estará reservado para quienes lo deseen. Porque hay que entender que no
todo el mundo quiere explorar su inconsciente. No estamos en 1900. El
psicoanálisis creció. Las personas saben algo del inconsciente. La
demanda siempre es de saber, pero a menudo también es para resolver una
situación específica. A eso también tienen que responder los nuevos
analistas. Si no, tendrán cada vez menos pacientes”.
“Hubo otros campos de concentración de la Iglesia en la Argentina”
Con tono monocorde y reflexivo, el más emblemático
periodista de investigación y presidente del CELS cuenta cómo nació su
interés por la Iglesia y cómo lo transformó en libros.
Horacio Verbitsky me recibió en su oficina de la calle Lavalle, en las
proximidades del Palacio de Justicia, y charlamos a lo largo de dos
horas. El más importante periodista de investigación no eludió ninguna
de las preguntas. Con tono reflexivo, casi monocorde, desgranó con
conocimiento riguroso algunos resultados de 15 años de trabajo sobre la
Iglesia Católica argentina. Por cierto, la investigación sigue en curso,
y así como el domingo 6 de mayo republicó, en Página/12, un documento
exclusivo sobre la confesión de Videla (silenciado por toda la prensa
“independiente”), otras novedades no menos explosivas (¿otros campos de
concentración en terreno de la Iglesia?) serán oportunamente
comunicadas.
Verbitsky es además presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS), que fundara Emilio Mignone, y desde tan comprometida atalaya
libra su diario combate por la vigencia de los Derechos Humanos. Con una
salvedad significativa, ni Verbitsky ni yo creemos que se trata de un
problema del pasado, sino del impacto de ese pasado en nuestro presente,
por una parte, y la necesidad de salvaguardar para la sociedad
argentina el derecho a tener derechos.
–¿De dónde viene tu interés por la Iglesia Católica?
–De la confesión del capitán Scilingo; cuando el marino me dice que el
método elaborado para el asesinato de prisioneros políticos había sido
aprobado por la jerarquía eclesiástica. Arrojarlos vivos al río fue
considerado una forma “cristiana” de muerte. El comandante de
Operaciones Navales, contralmirante Luis Mendía, reunió en su momento a
los oficiales y les dijo que se había decidido el método, y que la
modalidad había sido aprobada por la Iglesia Católica. Los oficiales que
participaban y tenían escrúpulos eran persuadidos por los capellanes
navales; justificaban los asesinatos con parábolas bíblicas, se trataba,
decían, de la separación de la cizaña del grano. Eso me motivó, me hizo
pensar, antes que nada, en la importancia del tema. Yo había escrito
sobre el rol de los capellanes en la justificación política de la
dictadura, y había publicado una nota en Página/30 sobre el
funcionamiento de un campo de concentración en una propiedad
eclesiástica, en el Tigre. –¿Entonces arranca en 1995 con Scilingo?
–Sí. Impactado por los dichos de Scilingo se me ocurrió hacer un libro
sobre el campo de concentración en terreno de la Iglesia Católica. Era
el único caso en que había funcionado un campo en esas condiciones;
descubrimos, investigación mediante, que no era el único. Hubo otros
también en la Argentina. Por ahora me reservo esa información,
oportunamente la voy a dar a conocer. Retomé el tema, y en 1995 publiqué
El vuelo (texto donde Scilingo confiesa mortificado por la culpa y
rompe por primera vez la cadena de silencio); hasta que publiqué el
libro sobre el campo (se llamaba El Silencio), pasaron diez años; por
ese entonces aparece la viuda del periodista Julián Delgado, y cuenta su
entrevista con Pío Laghi (representante diplomático del Vaticano ante
el gobierno argentino); Laghi le dice que hay un grupo de detenidos con
vida. El almirante Lambruschini no quería matarlos, eran hombres y
mujeres con habilidades especiales, pero temía dejarlos con vida y que
contaran todo; entonces consultó con el embajador vaticano si matarlos o
no. Vale la pena subrayar el poder del monseñor. Laghi le dijo a la
viuda de Delgado que podía averiguar si el periodista se encontraba en
ese grupo. Hace la diligencia y le dice que no. Podía averiguar con
detalle, eso demuestra lo aceitada que era la relación. Primero la viuda
le estuvo agradecida. Después pensó: los desaparecidos son de todos.
Recién ahí comprende el papel de Laghi. El conflicto entre el cardenal
Bergoglio y los sacerdotes Yorio y Jalics (que acusan a Bergoglio de
poner en peligro sus vidas al no avisarles que los buscaba la Marina)
también aportó lo suyo. Bergoglio me dio la información documental sobre
el título de propiedad de El Silencio. Me hizo saber en qué juzgado se
tramitaba la sucesión, así accedí al título. Esa información me la dio
de su puño y letra; mas tarde lo negó, pero exhibí el documento y debate
concluido. En el medio me di cuenta que no podía escribir un libro
conociendo solamente el episodio del campo. La propiedad era el lugar de
recreo del arzobispo de Buenos Aires. El cardenal Aramburu iba todos
los fines de semana a comer un asado y dormir la siesta. Todos los fines
de año se celebraba la fiesta de fin de curso, el egreso de los nuevos
sacerdotes, los seminaristas que accedían al sacerdocio. –Te pusiste a estudiar el tema.
–Me puse a estudiar sobre la Iglesia. Cómo puede ser que una institución
que declara que su finalidad es la salvación del alma, pueda estar
asociada a los crímenes más atroces. Cuando comencé no sabía siquiera
quién era el Papa anterior a mi nacimiento. Conocía de Pío XII en
adelante. Me atosigué de encíclicas, de historia de la Iglesia. Estuve
años sumergido en un mundo completamente desconocido. Entre el ’95 y el
2005 pasó una cosa que tuvo una influencia decisiva: el Tercer Milenio, y
el Vaticano decide el jubileo del Tercer Milenio, es decir, el pedido
de perdón por los pecados de la Iglesia Católica; lo hace el Vaticano a
escala universal y lo tienen que hacer los distintos episcopados
nacionales. El francés lo hace con mayor sinceridad, pide perdón y se
arrepiente por su colaboración con la deportación de judíos franceses.
En la Argentina también el Episcopado se ve obligado por el Papa. En
2000 hacen una ceremonia en Córdoba, montan un gran palco en el Parque
Sarmiento, muy bien iluminado, 100 obispos vestidos de blanco, a la
noche, una ceremonia sumamente teatral, absolutamente hueca. Mencionan
los pecados contra los Derechos Humanos. Era muy hipócrita, invitaron al
general Brinzoni, jefe del Ejército, y no invitaron a nadie de los
organismos de los Derechos Humanos. Yo acababa de asumir la presidencia
del Cels, Angélica Sosa de Mignone, viuda de Emilio, me dijo que el
nuevo presidente del Episcopado era Estanislao Karlic, y que era otra
clase de persona. Había sido auxiliar del cardenal Primatesta en
Córdoba, y sucedió a monseñor Tortolo en Paraná, le escribimos una carta
y Chela se la entregó personalmente. Le planteamos que tras el pedido
de perdón podían abrir los archivos, y facilitar la investigación.
Contesta que el Episcopado no tiene archivo; supe desde el primer día
que me estaba mintiendo. Si algo caracteriza a la Iglesia es el manejo
de la información, es decir, de sus archivos. Está entre sus mejores
tradiciones. –Y las peores también (risas).
–Buena parte de la cultura occidental debe mucho a esa pasión por los
archivos. Karlic me manda un folletito (Iglesia y derechos humanos,
editado en 1982 y reeditado en el ’84), donde la Iglesia intenta lavarse
la cara: un blanqueo de sepulcros. Mostrarle a la sociedad cuántas
cosas dijeron en defensa de los Derechos Humanos. Me pareció una burla.
Pero la curiosidad me ganó y lo miré. Una cosa me llamó la atención, no
había documentos completos, sólo párrafos sueltos. Fui a los archivos de
los diarios, y para mi sorpresa descubrí que habían mutilado los
documentos, para embellecer y tergiversar. No es que los párrafos no
existieran, pero estaban en un contexto que omitían. En mayo del ’76, un
documento del Episcopado dice: “no puede pretenderse que las fuerzas de
seguridad actúen con pureza química”. En ese texto declaran el apoyo al
proceso que defiende los valores occidentales y cristianos. Y después
en el párrafo 40 reza: “no obstante… deben respetarse los Derechos
Humanos”. La tapa de los diarios, donde el respaldo es lo que cuenta, no
está en el folleto, sólo el fragmentito. Eso me estimuló. Conseguí
gente de la Iglesia que no estaba de acuerdo con esa mentira, que creía
que era legítimo dar a conocer esa información, decir la verdad. En los
años de trabajo con esos archivos descubrí que la metáfora del silencio
era débil. Que hubo complicidad. –¿Cómo se materializó esa complicidad?
–De varias maneras. Entregan la quinta del Arzobispado en el Tigre para
que hagan un campo de concentración. Esas personas que el almirante
Lambruschini no sabía si matar o dejar con vida, con la visita de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, debían ser
reubicadas; camuflan las instalaciones, donde había una escalera ponen
una pared, donde había oficinas, baños. Modifican el lugar para que no
encuentren lo que están buscando, para confundir; para eso tienen que
sacar de ahí a los prisioneros, y los esconden en El Silencio; es en ese
lugar donde aguardan su suerte. El secretario del Vicariato castrense,
monseñor Emilio Grasselli, mientras tanto, le vende esa propiedad al
grupo de tareas de la ESMA. Grupo con el que colabora en forma abierta. Y
el grupo de tareas compra la propiedad con el documento de un detenido
desaparecido, que después quedó en libertad: Marcelo Hernández. El
administrador de la curia figuraba en el título como propietario, y se
la lega al Arzobispado; el Arzobispado se la vende a Grasselli y dos
laicos, y Grasselli finalmente al grupo de tareas.
–¿Es una venta real o una “donación” encubierta?
–Es probable que el grupo de tareas haya pagado, esa información no la
tengo. Con toda esa historia publico El Silencio en 2005. Hay otra
fuente que manejo; los cables desclasificados por el Departamento de
Estado norteamericano. A partir de un pedido que le hicimos a Madeleine
Albright, el gobierno de Bill Clinton dijo que sí. Una suerte de
venganza contra los republicanos por la acusación, el affaire de Mónica
Lewinsky en la oficina oval, contra Clinton. En uno de los despachos
desclasificados, el embajador de Washington en Buenos Aires muestra un
gran conocimiento del “programa de recuperación” de prisioneros. El
embajador dice a su gobierno que la fuente de su información procede de
la Embajada de Francia y del nuncio apostólico del Vaticano. En 2006
publiqué Doble juego, es decir, la duplicidad de la Iglesia. De 2007 en
adelante publiqué los cuatro tomos sobre la Iglesia Católica en la
Argentina. Ese trabajo cubre el lapso de un siglo. El primer tomo,
Cristo Vence, va desde 1884, cuando Roca expulsa al delegado apostólico,
por oposición militante a la Ley 1420 (de educación laica), hasta el
derrocamiento de Perón en el ’55. Derrocamiento que fue obra de la
Iglesia. Fue el cerebro y el tejido conectivo de ese golpe. Suministra
la justificación ideológica, organiza el terrorismo; los comandos
civiles los impulsa la Iglesia, las armas se almacenan en colegios
religiosos; el hombre que articula ese operativo es un marista, el
hermano Septimio (primo hermano de Rodolfo Walsh). El segundo tomo, La
violencia evangélica, va desde el ’55 hasta el Cordobazo (mayo del ’69).
Está todo el proceso de cambio interno, influencia de los curas
obreros, la experiencia de los curas franceses en Argentina, y sobre
todo la autocrítica del golpe de Estado contra Perón (Mugica, De
Nevares, Angelelli). Se trata de un proceso muy rico de participación en
las luchas populares. La historia de la Juventud Obrera Católica (JOC),
precursora de los sacerdotes del Tercer Mundo, comienza con los equipos
interdiocesanos. El surgimiento en la Argentina de la Teología de la
Liberación (documento de San Miguel), donde los obispos denuncian la
opresión y enumeran: política, económica, social, por tanto el proceso
de liberación tendrá que darse en todos los planos. En ese proceso los
obispos participarán con la “violencia evangélica del amor”. Frase
polisémica dicha para que el teólogo entienda una cosa y el lego otra.
Una típica fórmula eclesiástica. –¿De que se ocupa el tercer tomo de tu trabajo?
–El tercer tomo, Vigilia de armas, va desde el ’69 hasta el 23 de marzo
del ’76. El documento de San Miguel es un mes anterior al Cordobazo, sin
embargo cuando se produce no participan desde la “violencia
evangélica”, sino que se alinean con el ultraconservador gobierno de
Onganía. Ese tomo corresponde a las luchas populares que confluyen con
el regreso de Perón a la Argentina en noviembre del ’72. Proceso donde
el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo juega un rol muy
importante en contraposición al Episcopado, que se alinea con la
dictadura del general Lanusse. –Se trata de una cúpula aislada, la mayoría de los sacerdotes no le responde.
–La cúpula lo vive muy mal, enfrenta a los sacerdotes tercermundistas,
mientras el Vaticano apoya el regreso de Perón a través de la logia P2.
Esto tiene una dimensión política y otra económica. La política, el
Vaticano entiende que Perón es el único que puede poner límite al
proceso revolucionario. Y la económica, un proyecto de desarrollo
impulsado con capitales europeos, principalmente italianos, que se
expresa en tres documentos fundamentales. Un libro de Giancarlo Elia
Valori (camarero de capa y espada del Papa), Iglesia y FF.AA., un
documento que firma Perón con Rogelio Frigerio, “La única verdad es la
realidad”, y por último, la plataforma del Frente Justicialista de
Liberación. Los tres plantean lo mismo, un programa de desarrollo sin
presencia norteamericana, y con rol protagónico para el capital
italiano. Esto es, las grandes empresas en las que tiene invertido su
dinero del Vaticano. Después de todo, la P2 es parte de la estructura
vaticana. Perón le cuenta a Pavón Pereyra, su biógrafo oficial, que la
restitución del cadáver de Evita había sido planteada por Licio Gelli,
otro conspicuo integrante de la P2. El chárter que trae a Perón a la
Argentina lo paga la Fiat. A bordo de ese avión vienen Gelli y Valori,
quien actúa como vocero oficial. Además vienen dos sacerdotes M
terceristas, Mugica y Bernaza. Cuando Perón está instalado en Gaspar
Campos, recibe a 60 sacerdotes del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo. Sacerdotes comprometidos con la lucha que implicó su
regreso, y que participan activamente en el proceso de liberación. A
esos sacerdotes, Perón les tira un balde de agua fría. Idéntico al que
le tira a la JP. Ahora no quiere a los sacerdotes en la movilización,
sino orando en los templos. Ahí se produce el fenómeno inesperado: Perón
pasa a entenderse muy bien con el Episcopado, y a rechazar las
prácticas revolucionarias del tercermundismo. El Episcopado entiende,
con la ayuda del Vaticano, el rol de Perón. Y el 1 de julio del ’74,
coincidiendo con la muerte de Perón, llega Pío Laghi a la Argentina. El
Episcopado participa en el clima golpista del ’75. Y toman una
preeminencia muy grande el vicario y el provicario castrense: Tortolo y
Bonamín, autor de la famosa homilía donde habla del “festín de los
corruptos”. Tortolo prácticamente anuncia el golpe a empresarios en la
Nochebuena del ’75, participa en las gestiones para el alejamiento de
Isabel. Y el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Raúl
Primatesta, dice que no es profeta del castigo, pero la gravedad de la
situación no permite quedarse en palabras, el remedio puede ser duro, la
mano de Dios es paternal pero pesada: la frase que da título al último
tomo de la historia: La mano izquierda de Dios, y cubre toda la
dictadura militar.
Mi hijo respiró por sí solo, y despertó del coma. Pero esto no quiere
decir que la necesidad de recibir sangre vaya a cambiar. Ha demostrado
que tiene ganas de vivir, y esto mejoraría su calidad de vida de aquí a
futuro”, dijo Jorge Albarracín, quien acudió a la justicia para que no
se tuviera en cuenta la decisión de su hijo de no recibir transfusiones
de sangre por ser Testigo de Jehová.
En 2008, Pablo Albarracín firmó una directiva anticipada en la que dejó
asentado que por profesar esa religión, se niega a recibir una
transfusión de sangre. El momento llegó, después de que el 4 de mayo
pasado recibiera cinco tiros durante un intento de robo. Desde aquel
día, permanece internado en terapia intensiva y necesita con urgencia
una transfusión. Ayer Pablo Albarracín, que tiene 38 años, después de 14
días en coma, abrió los ojos. Sin embargo, los médicos continúan
aconsejando una transfusión de sangre para garantizar una buena calidad
de vida futura. Pablo se encuentra internado en el Hospital Bazterrica
y, según el último parte médico, “evoluciona bien, con una infección
controlada en los pulmones y un principio de meningitis que ya fue
combatido”.
Ante el pedido del padre, el magistrado en primera instancia, Horacio
Maderna Echegaray había autorizado que la transfusión se realizara,
“alegando que el paciente no puede tomar sus propias decisiones y que no
se puede permitir el suicidio lentificado”, contó Mariana Gallego,
abogada del progenitor, a Tiempo Argentino. Sin embargo, la esposa de
Pablo, quien también es Testigo de Jehová asistió al hospital acompañada
por otros miembros de la religión, y presentó el acta firmada por su
marido y luego apeló la decisión de Echegaray. En última instancia, la
justicia negó la transfusión al argumentar que la Ley de Derechos del
Paciente (26.529) permite dejar directivas anticipadas “salvo las que
impliquen desarrollar prácticas eutanásicas”.
La directiva anticipada o testamento vital es un instrumento jurídico
firmado por el individuo frente a un escribano y puede contener
estipulaciones referidas a la vida de la persona, a su cuidado, sus
bienes y a la atención de su salud. “Los actos son voluntarios y exaltan
la vida”, aseguró la escribana del Colegio de escribanos público de la
Ciudad, Nelly Taiana de Brandi, en diálogo con Tiempo, y agregó que son
actos por los que cualquier persona “ejercita sus más esenciales
derechos personalísimos propios de su dignidad y libertad, hoy
reconocidos a nivel universal por todos los tratados sobre Derechos
Humanos, los que en nuestro país tienen jerarquía constitucional”.
“Quiero salvarlo, aunque después se enoje conmigo”, aseguró Jorge
Albarracín, y contó que “cuando Pablo ingresó a la congregación le
hicieron llenar una especie de formulario preimpreso donde no acepta
transfusiones de sangre.” Asimismo, la letrada Gallego dijo a este
diario que “es sabido que la firma de este documento suele ser un
requisito para formar parte de la religión. De seguro, si recibiera la
transfusión, sería expulsado.”<
Toda novela verdadera es un ejercicio de imaginación. De imaginación y de
memoria. Resulta curioso: el novelista nos propone imaginar otros mundos
y a la vez no olvidarlos. Quizá por ello las grandes novelas, como los
grandes poemas, al dispararnos la imaginación conjuran al olvido.
Carlos Fuentes estaba seguro que no podíamos imaginar un mundo sin
Don Quijote de La Mancha o sin Hamlet. Tenía razón: si esas ficciones
llenas de humanidad están atadas a nuestros días es porque fueron
imaginadas.
Mejor aún: para Fuentes el mundo moderno empieza cuando Don Quijote
de la Mancha sale de su aldea al mundo y descubre que el mundo no se
parece a su lectura.
Los lectores de mi generación no podemos imaginar un México sin La región más transparente, sin Las buenas conciencias o sin La muerte de Artemio Cruz.
Libros que vistos a la distancia son un mural del México moderno o el
primer levantamiento de una película donde la superposición de planos,
voces, tiempos, imágenes crean atmósferas, personajes que lo mismo se
llaman Artemio Cruz –encarnación actualísima de la corrupción– o cuyo
nombre simplemente es ciudad. En La región más transparente
el protagonista principal no es Ixca Cienfuegos sino alguien o algo más
ambiguo que él: la ciudad, la ciudad moderna que se inventa en su caos;
la ciudad que con sus voces crea verdaderos laberintos, puntos de
encuentro y desencuentro, sonoridad que enloquece a quien la escucha por
todas partes y que se disipa en un instante.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos Carlos Fuentes fue un
escritor de tiempo completo. Un escritor profesional en el sentido
moderno. No porque otros como Juan Rulfo no lo fueran sino por su clara
decisión de vivir sólo de la literatura.
Gracias a esa decisión Fuentes desde muy joven pudo vivir de sus libros.
Pero más allá de su trabajo literario Carlos Fuentes también será
recordado por su activa participación en la plaza pública para hacer
política: si condenó a Gustavo Díaz Ordaz por la masacre del 2 de
octubre de 1968, perdonó o justificó a su secretario de Gobernación,
Luis Echeverría, cuando nos puso la falsa disyuntiva de Echeverría o el fascismo.
Si fue un intelectual enciclopédico a la manera de Victor Hugo que
habló prácticamente de todo, fue a un tiempo centro de simpatías y
diferencias, de cercanías y rechazos pero unas y otras nos hablan de un
escritor interesado en la plaza pública con todos sus riesgos.
Pero más allá de su quehacer público nos dejó espléndidas novelas como Aura o La muerte de Artemio Cruz
para disparar nuestra imaginación, para hacer de la palabra un hecho
duradero. No es improbable que algunas de esas novelas lo sobrevivan por
largo tiempo y estoy seguro que sus ensayos reunidos en Cervantes o la crítica de la lectura o El espejo enterradoseguirán animando la mesa de la cultura.
Su amigo Mario Vargas Llosa se preguntaba cómo le hacía para estar en
todo a la vez y no ser tragados por la vorágine de la actualidad. Con
disciplina y pasión por la literatura.
Su última conversación será la que imaginó que tuvo con Federico
Nietzsche y que aparecerá en forma de novela y su última fantasía,
escribir una novela sobre el famoso centenario porfiriano que imaginó
transcurriría en 10 años y que no pudo iniciar.
Carlos Fuentes sabía que, terminado, el libro empieza.
Con
el respeto por los seres sufrientes y con la complacencia por la
aprobación del proyecto de muerte digna, que significa el amparo legal
de la decisión de los enfermos terminales o de familiares de solicitar
la interrupción de los tratamientos terapéuticos y quirúrgicos que
prolonguen el padecimiento, el dolor o el estado vegetativo, quisiera
expresar sobre la misma algunas consideraciones desde la perspectiva
judía.
El judaísmo establece la imperiosa obligación de proporcionar cura,
con el objeto de salvaguardar y mantener la vida humana. Este concepto
esencial de la teología judía es denominado pikuaj néfesh –preservación
del alma–. Esta idea es tan relevante que el Talmud, tratado ético-legal
compilado en el siglo VIII, determina que la observancia de la santidad
del día sábado, pilar básico de la tradición judía (que entre otras
cosas implica la cesación de todo tipo de tareas, viajes y traslados),
queda suspendida cuando la vida de un ser humano está en riesgo. La
protección de la existencia precede a cualquier otro tipo de precepto
religioso.
Por otro lado, un individuo agonizante (gozez en hebreo) es
considerado por la legislación judía como un ser-viviente. Para dar sólo
un ejemplo de esta condición, está prohibido hacer arreglos post
mortem, como su velatorio y entierro, porque subyace la idea de que
siempre que hay vida, hay esperanzas.
Pero esta definición responde a una época en donde la agonía era un
paso natural hacia la muerte y en la que no había ningún tipo de
interferencia de sofisticados tratamientos ni de la intervención de alta
tecnología. En nuestros días, en donde estos métodos forman parte de la
práctica médica cotidiana, la discusión debería centrarse en el dilema
de si lo que se hace es prolongar la vida o extender la agonía.
Evidentemente estamos hablando de dos temas separados por un fino y
delgado límite.
En el libro Shuljan Aruj, reconocido código legal del siglo XVI, el
Rabi Moises Isserles establece que si hay algo que resulta un obstáculo
en el desprendimiento del alma (momento de la muerte), como ser granos
de sal puestos en la lengua del moribundo que dilatan la agonía, está
permitido retirarlos, a fin de que el alma pueda encontrar reposo.
Continuando con este criterio, el Rabi Jacob Ben Samuel, del siglo XVII,
sugirió que debe prohibirse todo tipo de medicamentos que estorben el
proceso natural de muerte. Si bien este concepto no goza de unanimidad,
me atrevo a afirmar que en la tradición judía la idea de muerte digna ya
está contemplada prácticamente desde el Medioevo. En lo personal,
adhiero a la idea de que cuando un paciente sufre acuciantes e
intolerables dolores, o simplemente vegeta sin posibilidad real de
encontrar una situación de mejoría a través de métodos científicos, no
es ni ética ni moralmente erróneo dejar de proporcionarle tratamiento.
Porque la muerte digna debe ser parte de la vida digna.
Amnistía Internacional desmiente a la Fiscalía ante una juez argentina
La organización entrega a la magistrada de Buenos Aires que lleva la
causa por los crímenes del franquismo un informe que aclara que en
España no se han investigado
El director de Amnistía Internacional en España, Esteban Beltrán, se ha desplazado a Argentina para entregar este miércoles a la juez María Servini de Cubría, que lleva la denuncia presentada en Buenos Aires contra los crímenes del franquismo,
un informe que demuestra “el total desamparo judicial” que las víctimas
de la Guerra Civil y la dictadura sufren en España. El documento,
titulado Casos cerrados, heridas abiertas, desmiente el informe
que la Fiscalía General del Estado envió a Buenos Aires en junio de
2011 —en respuesta a un exhorto de la juez argentina— en el que afirmaba
que tales crímenes se estaban investigando en España, omitiendo incluso
que el exjuez Baltasar Garzón estaba procesado precisamente por haber intentado abrir una investigación al respecto.
Amnistía Internacional ha constatado que la mayoría de los 47 juzgados territoriales que recibieron los casos tras la inhibición de la Audiencia Nacional
en noviembre y diciembre de 2008 en la causa han “archivado de plano
sin que se haya realizado ningún tipo de investigación” las denuncias de
los familiares de los desaparecidos y que, además, los jueces ni se han
molestado en comunicar a las víctimas y en muchos casos, a los propios
fiscales, su decisión, anulando cualquier posibilidad de recurrir el
archivo. Para Amnistía, esa actitud “constituye una violación evidente
del derecho a la justicia, que incluye la obligación del Estado de
investigar graves violaciones de derechos humanos, el derecho a conocer
la verdad —de las víctimas y de la comunidad internacional— y el derecho
a la reparación”.
Amnistía solicitó información de los juzgados territoriales que
recibieron los casos tras la inhibición de la Audiencia Nacional y solo
cuatro la facilitaron. La organización se dirigió entonces al Consejo
General del Poder Judicial, a los fiscales de los tribunales superiores
de justicia de las comunidades autónomas, a la Fiscalía General del
Estado, y a la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la dictadura
—que acaba de cerrar el Gobierno de Rajoy—, entre otros, y solo el
Tribunal Superior de Justicia de País Vasco facilitó la información
solicitada.De los 21 casos a los que Amnistía tuvo finalmente acceso,
los juzgados territoriales archivaron 17 y otros cuatro quedaron en
suspenso hasta el reciente fallo del Tribunal Supremo (28 de marzo) que
resuelve la cuestión de la competencia, atribuyéndosela a los juzgados
territoriales aunque sin posibilidad de abrir investigaciones penales.
Pese a "la obstrucción de las autoridades judiciales para obtener
información" que denuncia Amnistía, la organización pudo constatar "el
archivo sistemático" de casos sin practicar una sola diligencia alegando
prescripción, ley de amnistía, fallecimiento de los responsables o
existencia de la ley de memoria histórica.
En el informe que entrega este miércoles a la juez argentina,
Amnistía Internacional analiza uno por uno los distintos motivos
alegados por los jueces territoriales para archivar las denuncias
presentadas por los familiares de los desaparecidos del franquismo. Así,
respecto a la prescripción, explica que el Código Penal, en consonancia
con el derecho internacional, consagra en su artículo 131 (4) que "los
delitos de lesa humanidad y de genocidio y los delitos contra las
personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado (...) no
prescribirán en ningún caso". La interpretación que hace el Supremo
sobre la prescripción de estos crímenes, añaden, solo es posible si se
califican de "delitos comunes", pese a que, según advierte Amnistía, el
propio Tribunal Supremo "ha reconocido que los hechos denunciados serían
hoy constitutivos de crímenes de lesa humanidad".La organización
también recuerda que varios organismos de Naciones Unidas han advertido a las autoridades españolas
que los delitos de desaparición forzada son imprescriptibles y que "el
Estado debe tomar las medidas legislativas necesarias para garantizar el
reconocimiento de la imprescriptibilidad de estos crímenes por los
tribunales españoles".
Respecto a los archivos motivados por la ley de amnistía de 1977 y su
papel fundamental para facilitar la Transición, la organización
recuerda las recomendaciones internacionales hechas a España por el
Consejo de Europa y el Comité de Derechos Humanos para que derogue
recordando que la propia ley "excluye de su ámbito de aplicación
aquellos delitos que han supuesto algún tipo de violencia grave contra
la vida o la integridad de las personas". El derecho internacional,
añade el informe, "niega reiteradamente la posibilidad de que un Estado
pueda invocar la amnistía u otra causa para sustraerse a sus
obligaciones de investigar y sancionar estos crímenes".
En cuanto al archivo de casos por fallecimiento de las personas
responsables, Amnistía asegura que tal cosa "no es en absoluto un
obstáculo que exima al Estado de su obligación de investigar los
crímenes de derecho internacional". "En el caso de estos crímenes, los
Estados tienen, en primer lugar, la obligación de investigar, y de
seguido, si hay pruebas suficientes y admisibles, la obligación de
enjuiciar a las personas presuntamente responsables de tales hechos".
Amnistía Internacional rebate finalmente los archivos que alegan a la ley de memoria histórica citando la propia ley,
que expresamente afirma que sus previsiones "son compatibles con el
ejercicio de las acciones y el acceso a los procedimientos judiciales
ordinarios y extraordinarios".
El portazo de la justicia española y la avanzada edad de la mayoría
de los denunciantes ha convertido la investigación abierta en Argentina
como la única oportunidad hoy por hoy para las víctimas del franquismo
de obtener justicia, explica el coordinador del informe de Amnistía
Internacional, Ignacio Jovtis. “Confiamos en que la investigación
argentina siga su curso y que el Tribunal Supremo rectifique, porque
está incumpliendo el derecho internacional”.
“Seguimos juntos porque el sonido de nuestras voces es único”
El cantante y guitarrista sale a la ruta junto a sus
dos célebres compañeros desde hace más de cuatro décadas. Mañana, en el
Luna Park, el trío se presentará por primera vez en la Argentina.
Por Gloria Guerrero
Ya
estaba listo para fichar como miembro de los Monkees, pero a último
momento el mundo tuvo suerte: el jovencito renunció al flequillo por
problemas de contrato, dobló la esquina, y junto al canadiense Neil
Young formó Buffalo Springfield, uno de los más revolucionarios y más
breves –dos años– grupos de los ’60. También estuvo a un paso de
convertirse en el bajista de la Jimi Hendrix Experience, pero su manager
“olvidó” pasarle los mensajes que le mandaba el guitarrista (y siguen
apareciendo grabaciones olvidadas de aquellas reuniones de amigos, que
la industria no cesará de exprimir). Pero todo salva. Al final, por
decantación, Stephen Stills, David Crosby (ex The Byrds) y el inglés
Graham Nash (ex The Hollies) terminaron consolidando el primer
supergrupo de la historia –por supergrupo se entiende al amontonamiento
de músicos que provienen de señeras bandas previas–. Su primer álbum,
Crosby, Stills & Nash, apareció en mayo de 1969. Un importante
activismo político en contra de las guerras y las injusticias sociales
condimentó su fenomenal trabajo vocal, instrumental y compositivo.
Neil Young, igualmente calificado para el supertítulo, se les unió
aquí y allá, convirtiendo de tanto en tanto a CSN en CSNY. De hecho,
para animar las últimas décadas hubo otras yuntas, del tipo Stills-Young
o Crosby-Nash. Pero ningún movimiento sísmico parece amenazar la misma
base del trío. De hecho, después de más de cuarenta años de su
formación, e insólitamente por primera vez, Crosby, Stills & Nash
viene a cantar en la Argentina.
Stephen Stills lleva hoy un dispositivo en la oreja que le permite
oír perfecto, pero que a veces interfiere en la comunicación telefónica
con Página/12. No importa. Y arranca ¡hablando en castellano! Abandonará
pronto el intento “de onda” para luego estar seguro, en inglés, de que
se le entienda lo que quiere decir. Resulta que, hijo de un militar con
destinos ping pong en América Central, Stills pasó básicamente su
adolescencia en Costa Rica, y a partir de ese dato comienzan a
comprenderse varias cosas: su ritmo interno, básicamente; su interés en
llegar a la Argentina (lo repetirá mil veces, encendido), también. “Yo
crecí en San José de Costa Rica... –dice toda la frase en español– y,
desde entonces, lo que iba sucediendo en Sudamérica siempre me dolió
mucho al escuchar las noticias. Toda mi vida me interesé por los asuntos
latinoamericanos. Y sé que mis canciones ayudaron a mucha gente de
allá, en tiempos difíciles. Conozco bastante de lo que sucedió antes en
la Argentina y de lo que sucede ahora y estoy muy, muy orgulloso de
aterrizar allí y ver todos los cambios positivos.” –Las canciones y actitud antibelicistas de CSN han
alimentado las mentes de varias generaciones del mundo. ¿Cómo se siente
cantarlas hoy? ¿Le parece que siguen sirviendo?
–Bueno, por desgracia, nuestras canciones siguen siendo muy
relevantes. Todavía hay una parte de la sociedad que es muy beligerante y
belicosa, súper religiosa y súper rígida; esos tipos creen que lo saben
todo. Así es imposible convivir. Deben respetar las diferentes
culturas, deben respetar las diferencias y hasta celebrarlas, e incluso
me refiero a la diversidad dentro de mi propio país. Cuando salimos de
gira, nos fascina experimentar otras culturas: ése es el secreto para la
paz mundial. De chico me tuve que mudar a un país extraño, sentirme un
extranjero y vivir mi adolescencia en un lugar donde se hablaba un
idioma distinto del mío. Y en Costa Rica resulta que la gente es muy
formal, incluso hasta para hacer una cita con una muchacha, y lo era más
aún a fines de los años ’50. Esas cosas hay que respetarlas. Y nuestras
canciones siguen siendo relevantes, además, porque hablan acerca de
elementos masculinos. Creo que si las mujeres dirigieran el mundo,
estaríamos mucho mejor (se ríe). En mi patria aún existe la cultura del
machismo. –A propósito, ¿cómo ve hoy a Estados Unidos?
–Todavía estamos haciendo todo lo posible por recuperarnos de la
tragedia de los años de los Bush, de las guerras, de las marginalidades
económicas y sociales. Creo que progresamos bastante y espero que
progresemos aún más. Me parece que el presidente Obama está haciendo
todo lo que puede en esta situación imposible. Cada día se hace un poco
menos imposible. Lo de Afganistán, por ejemplo: quien se haya informado
un poco, sabe que es un país especialmente raro, un país de pequeñas
pandillas. Hay un libro maravilloso de un escritor irlandés (N. de la
R.: al parecer se refiere a The Places in Between, del escocés Rory
Stewart), quien caminó Afganistán durante siete años desde los comienzos
de la guerra... y no lo vio cambiar ni un ápice. Por eso se les dice a
nuestros soldados: “Vuelvan a casa”. Mejor será ayudar a los afganos en
las pequeñas formas que podamos, pero dejarlos vivir del modo en que
quieren vivir. Todas las promesas que les fueron hechas, no se han
cumplido durante todo este tiempo. Creo que Obama tiene las mejores
intenciones y que hace lo mejor que puede, eso espero. De paso, le digo a
usted: me encanta escuchar tan pocas malas noticias de Sudamérica; creo
que ustedes están haciendo las cosas bien. No veo la hora de
comprobarlo por mí mismo.
Eximio multinstrumentista (batería, bajo, guitarra, piano, todo),
Stills no hizo tanto honor a la primera acepción del singular de su
apellido (“quieto”) como a la segunda del mismo término en inglés, que
lo define mucho mejor: “todavía”. “Empecé tocando la batería cuando era
muy chico y después estuve en bandas de colegio; seguí con el piano... y
recién agarré la guitarra cuando tenía unos 12 años. Ahí me di cuenta
de que tocar la guitarra era más fácil (se ríe).” –Usted ha sido distinguido como uno de los mejores
guitarristas vivos del mundo pero en algún punto, según Crosby, resulta
“uno de los más subvalorados”. Se sabe que fueron Neil Young y su amigo
Jimi Hendrix quienes le dieron el primer espaldarazo para largarse a
tocar en serio. Antes de ellos, ¿qué lo impulsó?
–A ver: la música de mi adolescencia no fue el rock & roll, sino
la cumbia, la salsa y la rumba; siempre me interesó el territorio del
Sur (fuera de los Estados Unidos), y por eso mis canciones siempre
guardan un pulso latino. Mi primera influencia fue el jazz que escuchaba
mi padre; él tenía una colección de discos gigantesca. También el blues
y todo lo que tuviera que ver con Louisiana (N. de la R.: Stills nació
en Texas, y Louisiana es la provincia lindera). Cuando yo era chico,
durante el festival de Mardi Gras, escuchaba en la calle a los negros
con sus tambores y esos ritmos... ¡Era fantástico! Yo tenía cinco años y
eso produjo un profundo impacto en mí. Luego me influyó la salsa y toda
la maravillosa música latina que escuchaba en mis tiempos de colegio en
Costa Rica, las canciones clásicas de esa época. Toco la guitarra, pero
(insiste) tengo demasiado de latino en mi música... Nos costó cuarenta
años que este grupo viajara a Sudamérica; nunca se nos hizo posible
hasta ahora. No veo la hora de llegar a la Argentina. (Vuelve a intentar
en español): “Me encanto, ¿ah?”. –De hecho, la célebre “Suite: Judy Blue Eyes” termina con
versos en castellano... que se entienden raro, perdón (“¡Que linda! Me
recuerdo a Cuba, la reina de la Mar Caribe, quiero sólo visitarla allí
¡y qué triste que no puedo vaya!”)
–Lo escribí en mi español propio y algunos me dijeron “¡No se
entiende, es un cocoliche!” (se ríe). Quise poner algo lindo sobre Cuba
porque estuve allí una vez cuando era chico. Después, en 1979, viajé
para un intercambio cultural: ¡pasé una semana con músicos tremendos!
(N. de la R.: el Havana Jam festival tuvo lugar en marzo de 1979 y
participaron Weather Report, Trio of Doom, Faina All-Stars, Kris
Kristoferson, Rita Coolidge, Billy Joel y otros, además de los cubanos
Irakere) y después me costó tomarme el avión de vuelta a casa. Pero
muero por ir a la Argentina (re-insiste): una de las razones fue que
íbamos a ir al Brasil, pero yo les dije: “¡No voy a ninguna parte en
Sudamérica si no me llevan a Buenos Aires!”.
La carrera de Stephen Stills quizá nunca exceda popularmente los
laureles que ha ganado junto con Crosby y Nash (y con Young, claro, en
sus momentos), pero también se dio el gran gusto del gran Manassas (a
comienzos de los años ’70) y de grabar con Eric Clapton, con Hendrix,
con Cass Elliot, con Booker T Jones y hasta con Ringo Starr
(enmascarado). Ahora también tiene otra banda propia, con la que hace
giras desde hace varios años rodeado por insignes como Joe Vitale, Todd
Caldwell o Kenny Pasarelli. Cuando se le pregunta si alguna vez vendrá
aquí con estos monstruos, se ríe: “¡Sé que los apellidos italianos son
muy populares en la Argentina! ¡Es la conexión italiana! Me encantaría
llevar mi banda para allá; espero que esta visita con CSN me dé la
oportunidad de conseguir algunos amigos que hagan posible un concierto
en un futuro cercano. Y, si se da, prometo hacer un show completo con
canciones en castellano”. –¿Y cómo es que sigue eligiendo girar con Crosby y con Nash, todavía (Still) después de tantísimos años?
–Seguimos juntos porque el sonido de nuestras voces es único. Es
algo que no podemos negar. Y cada vez que nos reunimos a trabajar es
como volver con nuestra familia. Tal vez, quién sabe, cuando nos ponemos
viejos comenzamos a apreciar lo buenos que somos... Hemos pasado
momentos maravillosos y de algún modo estamos dándole una vuelta a la
esquina de la vida, y estamos muy felices de seguir cantando juntos, de
ser capaces de seguir haciéndolo y, si me apura, le digo que estamos
cantando mejor que antes (risas). –¿Encaja usted ahora en la industria de la música?
–A ver: ahora contamos con una nueva tecnología que hace que
cualquiera pueda grabar y que cualquiera pueda escuchar lo que otros
graban; pero todo se confunde... Hay que enfocar bien. En cuanto a la
industria en sí, tenemos, por un lado, a los chinos que, culturalmente,
no están dispuestos a pagar regalías por la propiedad intelectual. Así
es la historia en ese país desde hace milenios: ellos subvencionan las
artes y consideran ofensivo que pidas una retribución por tu trabajo.
Por el otro lado están los rusos: ellos no te pagan nunca por nada (se
ríe). Entre esos dos extremos está la industria musical del resto del
planeta. Pero creo que amén de los grandes-grandes, tipo Lady Gaga –o
como se llame quien la reemplace luego–, a los músicos se les hace cada
vez más difícil vivir de sus trabajos; la plata se la llevan los
ejecutivos que viven en casas preciosas y tienen hermosas familias. Pero
todos siguen intentando componer canciones. Y yo soy optimista. Ha sido
una curva de aprendizaje. Otra vez estamos como estancados; tenemos que
solucionarlo. La música es muy importante, sobre todo en tiempos de
estrés, porque es la única forma de comunicación que puede llevarte a un
abstracto emocional, te hace pensar y sentir al mismo tiempo. La música
todavía conserva su lugar en el mundo y más le vale... porque no sé
hacer ninguna otra cosa. –¿Cree que algunas cosas cambiarán pronto o que, como dice
una de las canciones que usted canta, habrá de pasar “mucho tiempo antes
de que amanezca”?
–Creo que el mundo va a cambiar, incluso a pesar de sí mismo. Tengo
mis dudas, claro. Igual, seguimos esperando que la gente recupere el
sentido común.
Osvaldo Bayer: “En democracia, la autocrítica significa dar un paso adelante”
Una larga entrevista publicada por la Editorial
Continente y una serie de TV en el Canal Encuentro repasan la vida del
escritor argentino, que nos visitó en la Feria del libro.
POR
Horacio Bilbao
Bayer: repasó su vida y obra en una charla amena en el stand de Ñ.
La tapa de Osvaldo Bayer íntimo. Conversaciones con el eterno libertario,
el libro de Julio Ferrer (Ed. Continente) que ambos presentaron en la
Feria muestra a un joven Bayer saliendo de Alemania, con el fondo de una
casa agujereada por las balas de la Segunda guerra. El está parado,
posando, valija en mano. Es su regreso del exilio, el viaje de vuelta a
su Argentina. Es el principio de otra historia, para él y para la
Argentina.
“Estoy muy agradecido y feliz. De ser perseguido por
mis libros, de tal manera que tuve que irme, ahora llega este
reconocimiento”, dice Bayer. Se refiere al libro de Ferrer, claro, una
gran entrevista que vuelve al texto casi una autobiografía autorizada, y
también a una serie de cuatro capítulos titulados Mundo Bayer,
que se ve los viernes en el canal Encuentro. Pero hace una pausa Bayer,
y dice que también siente pena. “Por Rodolfo Walsh, Paco Urondo y
Haroldo Conti, que como otros, no puedan disfrutar de los homenajes que
también les hacen a ellos”.
Hay tiempo para hablar del pasado
con Bayer, que esta bien presente. Entre esos temas, aparece la
controversia por el libro de Ceferino Reato montado sobre una entrevista
al genocida Jorge Rafael Videla. “No tomó mal el hecho de que Reato
haya hecho un libro sobre Videla y se publiquen sus declaraciones. Se ve
lo mezquino que es su pensamiento...su inhumanidad”, dice sobre el
dictador. Y luego agrega que hay sólo un punto en el que le da la razón a
Videla, en que fue una equivocación que los militares dieran el golpe,
que hubiese sido mejor apoyar al gobierno peronista que estaba haciendo
la misma represión pero con otras reglas. “Cuando uno piensa lo de la
Triple A parece increíble que haya pasado eso en una democracia”,
advierte Bayer, como lo advierten otros tantos.
Y vuelve sobre
la necesidad de una autocrítica en los dos partidos mayoritarios de este
país. “En el peronismo falta esa autocrítica sobre el gobierno de
Isabel, sobre López Rega, ese personaje, y también falta preguntarse
cómo Perón nombró como ministro a un ser así”, repite el autor de La
Patagonia trágica. Falta esa autocrítica y muchas otras, como la que
debieran hacer los radicales sobre algo que siempre han callado, las
tres más grandes masacres obreras, que no fueron hechas por una
dictadura si no por el gobierno de Irigoyen. “La Semana Trágica de enero
del 19, la patagonia rebelde y el fusilamiento de los peones rurales y,
luego, los hacheros de La Forestal”, enumera Bayer, tres temas a los
que les ha dedicado buena parte de su obra, de su historia. “En
democracia, la autocrítica no significa dar un paso atrás sino uno
adelante”, avisa este hombre que como el alemán Günter Grass, Rodolfo
Walsh y David Viñas, nació en 1927.
Un descendiente de
alemanes que vio como en su barrio de Belgrano, en el terreno que
ocupaba la juventud hitleriana, que era masiva en Buenos Aires, ahora
hay una sinagoga. “Me da ganas de tocarles el timbre y contarles esa
historia”, dice Bayer. Menos ganas tiene de hablar sobre el juicio
millonario que los nietos de Martínez de Hoz le iniciaron por su
película Awka Liwen (Bayer escribió el guión). Los Martínez de Hoz dicen
que lesiona su “buen nombre”. Y Bayer contesta que fundamenta sus
trabajos en documentos y fuentes fidedignas. “Tengo certeza de que voy a
ganar ese juicio, pero como todavía hay un 30 por ciento de jueces que
vienen de la dictadura, puede ocurrir cualquier cosa”, advierte.
Como
también señala las deudas de la democracia actual, un reclamo que
repite cada vez que puede. ¿Qué pide? Que ahondemos la democracia, que
salgamos de los personalismos, y que empecemos a resolver problemas como
el de las villas miseria. “Siempre sostengo, como eslogan, que mientras
haya miseria no hay democracia”, dispara. Pero no todas son pálidas.
Bayer celebra el presente: “Me pregunto que está pasando en la
Argentina, que de perseguido por la Triple A, ahora me publican libros”.