jueves, 28 de junio de 2012

Freud, un paciente con cáncer

El hombre que descubrió que Freud murió por mala praxis, contraataca

El padre del psicoanálisis no murió por un cáncer en la boca sino por el pésimo diagnóstico de sus médicos. A los 94, José Schavelzon insiste.

POR Guido Carelli Lynch 

José Schavelzon: "(A Freud) lo irradiaron salvajamente", asegura. José Schavelzon: "(A Freud) lo irradiaron salvajamente", asegura.

Sigmund Freud no murió por un cáncer en la boca. Al padre del psicoanálisis lo mató la mala praxis y el pésimo diagnóstico de sus médicos. La noticia no es nueva y surge de una investigación que el prestigioso cancerólogo, oncólogo y psiconanalista José Schavelzon publicó en 1983 con el sugerente título Freud. Un paciente con cáncer (editorial Paidós).
El libro pasó casi desapercibido porque la comunidad psicoanalítica argentina, de la que Schavelzon formaba parte, le dio la espalda. Ahora, a los 94, este ateo militante en sus años mozos, pasa sus días en un lujoso geriátrico de la colectividad judía en Chacarita, corrigiendo el texto original y analizando una eventual segunda edición. Allí, lúcido, recibió a Clarín . “Freud no tenía cáncer. Su enfermedad no tuvo una evolución sensata, razonable. Nunca tuvo un ganglio en el cuello. Por eso era necesario conseguir las biopsias para saber qué tuvo”, relata este antiguo miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos y ex presidente de la Sociedad Argentina de Cancerología.
Fue un trabajo difícil, pero Schavelzon consiguió copias de las biopsias del Hospital Curie de París y del Allgemeines Krankenhaus de Viena, donde Freud se atendió. “Había mucha oposición porque alrededor de Freud en Europa hay un halo misterioso para salvaguardar su vida privada. Pero al final aparecieron, yo las tengo”, dice con un dejo de orgullo. Había pasado la Guerra y casi medio siglo, pero allí estaban.
Imágenes de los preparados histológicos, trozos de tejidos correspondientes a biopsias efectuadas entre el 10 de julio 1927 y febrero de 1939 y sus respectivos informes histopatológicos se reproducen en este libro que excede el enfoque médico, histórico y psicoanalítico, y al que vale la pena leer como una novela.
Ud. cree que Freud no tanía cáncer, sino un carcinoma verrugoso de Ackerman...
Claro, es un tipo de lesión que no se conocía en la época y que desde 1915, 16, 17, despertó muchísimas dudas. En el curso de los años aparecieron muchos tumores de este tipo. No es un cáncer en el sentido tradicional, convencional. Es una lesión benigna. Se hubiera ahorrado mucho sufrimiento con una extracción local pero se hizo operar por un cirujano muy desprestigiado de Viena (Max Schur), que le hizo una operación parcial, le dejó la herida abierta, y cicatrizó muy mal. Ahí empezó una secuencia de lesiones en la boca, sobre el paladar y la rama ontante del maxilar del lado izquierdo del inferior.
¿Y usted infiere que desarrolló un cáncer por la exposición a los rayos?
Ocurre que lo trataron de una forma monstruosa para los conocimientos de la época, porque ya se conocía el efecto biológico de las radiaciones, y lo re–irradiaron 11 veces en 10 años, le hicieron radioterapia externa. El tratamiento empezó en 1923 y se cumplió el plazo que exigen los biólogos para que las radiaciones actúen como cancerígenas. Y lo que era una lesión benigna en 1923 se transformó en una lesión maligna de veras, así lo indican las biopsias. En 1933 empezó a evolucionar la lesión cancerígena “legítima” y cuando él se mudó a Inglaterra escapando de los nazis se perforó la mejilla por radionecrosis, por exceso de radiación. Lo irradiaron salvajemente.

(1967. El autor en el congreso de Cancerología que presidía)
A partir de 1925, ya no hay fotos de Freud que muestren su mejilla derecha. Los rayos la habían teñido, mutilado. “Esa perforación es lo que probablemente ayudó a su muerte porque no podía comer, se le salía la comida y –además– la radionecrosis que produce el exceso de radiación deja un olor a podrido tremendo. En Londres tuvieron que ponerle un mosquitero en la cama donde hacía reposo. Al final, su perrita lo rechazó y él mismo diagnosticó: ´Esto significa mi muerte´. Y murió el día siguiente”, relata Schavelzon.
El libro, que por ahora sólo se consigue en Internet, no sólo reúne informes médicos, también se apoya en la correspondencia entre Freud y sus colegas y amigos; interpela su obra e imagina razones. Difícilmente Schavelzon, que contó con la ayuda de la pionera del psicoanálisis en Argentina, Marie Langer, hubiese escapado del mote con el que Freud calificaba a sus biógrafos “esas desdichadas personas que aún no nacieron”.
Freud cambió de médicos y ató su suerte a ellos. Del inexperto Félix Deutsch al carnicero Markus Hajek y al biógrafo Max Schur –culpable según Schavelzon, del “desastre fundamental”–, pasando por los cuidados de Hans Pichler, para terminar con Wilfred Trotter. “Freud necesitaba tener una experiencia de muerte, la pide, su conducta es una agresión contra sí mismo”, sentencia.

En esos años produce algunos de sus libros más memorables como “El malestar en la cultura”...
Se producen en el post–operatorio alejado de todas esas operaciones. Creo que hay una conexión entre la patología, las operaciones que le hacen, y su obra.
¿Cómo consiguió la biopsia?
En París se interesaron mucho y consiguieron los preparados. En Viena, no. “No tenemos nada de Freud”, me dijeron. Con una amiga vienesa hablamos de cómo se podía saltear al director del hospital para obtener los preparados que hubiera. “Hay un idioma internacional”, dijo para referirse a la coima. Volvimos un par de días después. Y entonces fui directamente a hablar con el director. Le ofrecí lo que en ese momento era una coima como para que lo pensara muy bien. Creo que eran como 500 dólares. Como si le dijera al encargado del archivo del Hospital Muñiz: “Acá tenés 100 mil mangos para bueno…” Me hizo venir dos días después y me entregó unos preparados: aparecieron por el método internacional, argentino. Somos sabios en eso, ¿no?

“El conocimiento del cáncer no influyó en el trabajo de mi padre”


"Mi peripecia de vida y la historia del psicoanálisis están unidas del modo más estrecho”, escribió Freud en 1935 en una reedición de su Presentación autobiográfica , de 1924.
Sin embargo, su hija Anna (1895–1982) no estaba de acuerdo y así se lo hizo saber al propio Schavelzon en la docena de cartas que intercambiaron a propósito de Un paciente con cáncer . “Puede usted tener la seguridad de que las emociones y sentimientos de mi padre estaban absolutamente separados de su trabajo”, escribió la hija de Freud, cuando ya la aquejaba una insuficiencia renal.
Schavelzon, que fue presidente honorario de la Sociedad Argentina de Medicina Psicosomática, creó el Comité de Psico–Oncología y publicó otros libros que vinculan la enfermedad con la psicología como Paciente con cáncer (1988) y Psique–Cancerología (1992), cree que la enfermedad provocó que el padre del psicoanálisis relativizara buena parte de la defensa a ultranza de su disciplina, fundamentalmente en Más allá del principio del placer, publicado en 1920, cuando se habría originado la enfermedad detectada tres años después.

“Estoy segura de que el conocimiento de tener cáncer no influyó en el trabajo de mi padre. Realmente él no cedía a sus emociones. Razones y emociones estaban separadas en su caso”, le escribe a Schavelzon el 6 de marzo de 1980, Anna, psiconalista infantil. En la misma carta señala que una vez en Londres, “el cirujano (Trotter) cambió de método, esperó el desarrollo de la enfermedad y eso lo llevó a un rápido final”. En otra carta, fechada en junio de 1981, subraya que su padre “de ninguna manera fue un paciente difícil” y que “la enfermería fue fácil y nada agobiante”.
Tres meses después, el 9 de septiembre de 1981, vuelve a escribirle a Schavelzon: “Estoy muy impaciente por saber algo más con respecto a su trabajo sobre la enfermedad de mi padre”. Y agrega: “me pregunto cómo el tratamiento actual ha cambiado, pero eso espero aprenderlo de usted”. La hija menor de Freud, nunca llegó a leer el libro de Schavelzon, quien, por su parte, recuerda en el libro y en la entrevista que Freud “jamás aceptó que ninguno de sus discípulos lo psicoanalizara”.

lunes, 25 de junio de 2012

El militante que puso el cuerpo

ENTREVISTA CON LOS AUTORES DE DARIO SANTILLAN, EL MILITANTE QUE PUSO EL CUERPO

“Era un referente muy importante”

 

Ariel Hendler, Mariano Pacheco y Juan Rey cuentan por qué le dedicaron un libro al militante asesinado junto a Maximiliano Kosteki, de cuyas muertes se cumplen diez años mañana.

 Por Ailín Bullentini

A Juan Rey le impactó el último gesto que tuvo Darío Santillán en su vida: fue a socorrer a Maximiliano Kosteki, víctima junto a él de la Masacre de Avellaneda, de la que mañana se cumplen diez años. Hacia 2009, Rey ya había conocido a Mariano Pacheco, periodista, amigo y compañero de militancia en el MTD de aquel barbudo de ojos celestes que dejó su vida en el playón de la estación de trenes de Avellaneda cuando recibió un tiro de la Bonaerense. Y Pacheco, que ya había recibido la propuesta de Ariel Hendler, colega y escritor, para trabajar en letras y papel la vida de su amigo, decidió que la oportunidad era especial: podría cerrar el duelo y, a la vez, homenajear a Santillán con un “verdadero hecho político”: “Se cumple una década de su muerte y la escritura de un libro es un hecho que, aunque discreto, interviene en la coyuntura política de un país”, definió. Los autores de Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo (Planeta), asumieron su escritura de manera colectiva y de la misma manera dialogaron con este diario.
–¿Qué consideran que revela el libro? Mariano Pacheco: –Es un buen homenaje con el que podemos dar a conocer a nuevas generaciones que se están sumando a la actividad política que los ’90 y la crisis del 2001 no fueron años de puro caos, sino que existió una experiencia generacional militante muy importante. Hijos, nuevas formas de sindicalismo de la mano de los estatales y docentes, las asambleas populares y las fábricas recuperadas son un ejemplo de eso. En ese sentido, demuestra también que Darío formó parte de una construcción colectiva: el Movimiento de Trabajadores Desocupados.
Juan Rey: –La historia de vida de Darío es un ejemplo de una juventud que desafía lo dado, que apuesta a una transformación, que le pone el cuerpo a una pelea por superar lo existente. Saber de sus pasos, de su origen, sus decisiones, es demostrar que se puede asumir esa pelea, algo que hoy están haciendo un montón de personas. Por otro lado, es un llamado a reflexionar sobre este mundo, el que asesinó a Darío. A tal punto es bárbaro, que sigue siendo el mismo tras su muerte, que este año fueron asesinados cuatro militantes del Frente Popular Darío Santillán en Rosario, tres en enero y uno hace días.
Ariel Hendler: –Darío es el resultante de un eje básico de militancia que recupera el libro: los movimientos de desocupados, las asambleas barriales y las fábricas recuperadas. Muchos creen que Darío Santillán merece ser recordado por su muerte. En realidad, era un referente muy importante que no era conocido públicamente, como otros dirigentes piqueteros. Era mucho más importante hacia adentro del movimiento que hacia afuera y eso tiene que ver con la forma de construcción política del MTD, de superar los personalismos.
–El libro recorre minuciosamente la vida del militante, incluso la de su familia antes a su nacimiento y de lo que ocurrió con los espacios en los que trabajaba tras su muerte. ¿Cuál fue la intención de contar así su vida? A. H.: –Hay una intención de retratar una época: el neoliberalismo, el menemismo. El es la contracara de todo eso, el lado B, el de los marginados.
J. R.: –El hecho de contar la vida de su familia, de sus amigos, sus allegados (cuarenta allegados de Darío prestaron su testimonio a la elaboración del libro) apuntó a dar cuenta de la magnitud del daño que han hecho al asesinar una vida tan rica, apasionada y comprometida. Por otro lado, hablar de su cotidianidad por fuera del ámbito militante y político lo pone en un plano más humano, del que a veces una figura tan fuerte y simbólica de una época se aleja.
M. P.: –Quisimos demostrar que ese último gesto de Darío en la estación no fue mera casualidad. En el recorrido de su vida se ve una continuidad entre su militancia y su vida antes de esa decisión. A partir del detalle minucioso pudimos reconstruir que Darío vivió en el barrio en donde empezó a militar, se crió ahí, con los mismos problemas que tenía la base social que él representaba. El compartir una realidad social es una características de los militantes de espacios como los que integró Darío.

–¿Darío Santillán habría sido un dirigente social diferente de los de hoy? A. H.: –Darío fue contemporáneo de muchos dirigentes sociales y políticos que hoy son públicamente conocidos. Su lucha fue constante contra toda lógica clientelar y punteril de construir política, que muchas de esas personas encarnaban ya durante aquellos años.
J. R.: –La militancia de Darío tenía que ver con una transformación social que estaba alejada de la búsqueda de cargos, de privilegios, que apostaba a algo distinto.
M. P.: –La manera de trabajo de Darío tuvo continuidad en estos diez años, aunque muchas veces eso no esté en las tapas de los diarios o en los canales de televisión. Esa continuidad está en actividades que se construyen más imperceptiblemente: trabajo cooperativo, centros de estudiantes, bachilleratos populares, grupos de género, de arte.
–Por otro lado, el libro excede la vida del militante y analiza en profundidad fenómenos más amplios, como el movimiento piquetero. ¿Por qué consideraron necesario realizar ese trabajo de investigación? A. H.: –Es como si fueran dos caminos paralelos: por un lado Darío, su infancia y adolescencia, y por otro la gestación y evolución del movimiento piquetero. En algún punto, estas historias se cruzan.
M. P.: –Nos enfrentamos al desafío de escribir un libro sobre una figura muy fuerte desde lo personal, que fue quien fue por trabajar en un espacio político que se destaca por conjurar los liderazgos unipersonales, las figuras estrellas. ¿Cómo no ser injustos con ese movimiento? El desafío fue dar cuenta de Darío, sí, pero en el marco de una experiencia colectiva con banderas determinadas.
J. R.: –La vida de Darío tuvo que ver con un compromiso político, con un proyecto. Nos pareció equivocado hacer solo hincapié en su vida sin contar el contexto en el que creció como militante. Tal vez, para que quien lea el libro pueda entender las banderas que sostenía Darío, dejar de pensarlo como un hombre víctima y empezar a pensar en las banderas que se intentaron matar aquel 26 de junio de 2002.

domingo, 17 de junio de 2012

Rodney King

Hallan muerto a Rodney King, símbolo de la lucha contra el racismo estadounidense

En 1991, cobró notoriedad al protagonizar un video en el que era golpeado por policías de Los Ángeles. Su caso desató una trágica ola de disturbios en todo el país. Fotos y video.

En 1991, King fue agredido por policías de Los Ángeles. Su caso abrió un áspero debate en todo el país sobre la violencia institucional. | Fuente:

Rodney King, protagonista del mítico video que expuso el racismo y la violencia de la Policía de Los Ángeles fue encontrado muerto en su piscina, según informaron las autoridades locales.
De acuerdo con el capitán de policía de Rialto, Randy Deanda, informó que King fue encontrado "inconsciente" en el fondo de su piscina y declarado muerto poco después en un centro médico del lugar.
"Preliminarmente, no parece haber signos de violencia", agregó Deanda, quien señaló que, en una primera hipótesis de investigación, se trataría de “muerte por ahogamiento”.
Quién era. King se convirtió en el símbolo de las tensiones raciales en Estados Unidos luego de ser golpeado por policías de Los Ángeles, episodio que fue grabado en un video amateur. Difundido el material, el país puso en discusión los métodos aprehensión de los oficiales, en especial al momento de detener e interrogar a sospechosos de raza negra y latinos.
Los cuatro oficiales involucrados fueron juzgados por uso excesivo de la fuerza, pero fueron absueltos el 29 de abril de 1992, desatando una ola de disturbios en los que murieron 50 personas y que dejaron pérdidas por 50.000 millones de dólares.

En declaraciones formuladas antes del 20° aniversario de los motines de Los Ángeles, King había dicho que el racismo persiste. "Siempre habrá algún tipo de racismo, pero nos corresponde como individuos en este país ver en retrospectiva todo lo que hemos logrado hasta ahora", dijo, entrevistado por la cadena CNN.
Preguntado sobre sus sentimientos hacia los oficiales de policía que lo golpearon, afirmó: "Los he perdonado, porque Estados Unidos me ha perdonado a mí por muchas cosas y me dio muchas oportunidades". "Se necesita una segunda oportunidad y a mí se me dio una segunda oportunidad", aseguró King.
Pese a esa segunda oportunidad, King tuvo varios incidentes con las fuerzas de seguridad. Fue arrestado en 2005 por amenazar de muerte a su hija y a la madre de esta luego de que ambas iniciaran una discusión con su novia de entonces.
Dos años antes, fue acusado de golpear a su novia y en noviembre de 2007 fue atendido en un hospital después de un incidente en el que fue herido de bala en la cara, la espalda y el torso.
 

viernes, 15 de junio de 2012

Un nuevo vínculo social

EXPERIENCIAS TERAPEUTICAS Y COMUNITARIAS

“Un nuevo vínculo social”

En lo terapéutico, dispositivos que destacan el abordaje en grupos; en lo social, la participación profesional en asambleas de cooperativas de trabajadores. Estas y otras actividades podrían inscribirse en “un nuevo tipo de vínculo social” que, por oposición a la desafiliación, privilegia la inclusión.

Por Claudio Boyé *

Desde la Dirección de Salud Mental de la Municipalidad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, hemos creado un dispositivo de asistencia para pacientes adictos, que tiene continuidad desde hace tres años. Tiene la característica de ser grupal. En rigor, los pacientes van pasando por diferentes espacios: grupales, individuales y familiares, que en verdad conforman un solo espacio. Este marco grupal ha demostrado su eficacia terapéutica a través del tiempo. Uno de los parámetros es que no hubo necesidad de internación en ningún caso: el dispositivo ambulatorio ha sido suficiente para la atención de este padecimiento que es la drogadependencia, quizás uno de los malestares más importante de nuestra época.
En la escucha cotidiana con estos pacientes se fueron articulando demandas vinculadas con el mundo del trabajo y del estudio, lo cual en algunos casos tuvo respuesta, logrando su inserción en diferentes ámbitos laborales y académicos. Para entender las demandas que fueron apareciendo, hay que tomar en consideración que, en nuestro país, así como en otros de Latinoamérica, el actual retorno de lo político por sobre “el mercado” es un factor de suma importancia en la generación o regeneración del lazo social.
Es en este punto donde quiero hacer hincapié. Así como el discurso capitalista no hace lazo social, la dimensión de lo político (diferenciado de “la política”, en el sentido que plantean Ernesto Laclau y Jorge Alemán) va en dirección opuesta y facilita que se vaya tejiendo un nuevo tipo de vínculo social que permite coincidir con la hipótesis de Jorge Alemán de que un nuevo tipo de subjetividad está emergiendo en Latinoamérica. Desde el discurso político que se viene sosteniendo desde 2003 en la Argentina, se repite un significante: “inclusión”. No es casual que se oponga a aquel que marcó la década de 1990, el de exclusión o desafiliación social, en términos de Robert Castel.
Una de las formas en que la inclusión se instrumentó políticamente fue el plan Argentina Trabaja, en cuyo marco se crearon cooperativas de trabajo que permitieron incorporar al circuito formal de la economía a miles de sujetos que estaban desocupados o en la marginalidad. Desde la actividad clínica, he podido constatar los efectos positivos que esta inclusión ha tenido en trabajadores de estas cooperativas y el peso simbólico que tiene este significante. Me refiero a la solidaridad que se comenzó a poner en juego entre los miembros de las cooperativas, a través de discusiones, de asambleas en las que tuve oportunidad de participar por pedido de los cooperativistas que requerían una mirada “objetiva”. Hacer semblante del Otro objetivo fue de utilidad durante un tiempo, según dijeron los asambleístas cuando consideraron que ya podían reunirse solos, sin otro que “los mire”. Posteriormente demandaron capacitación en diferentes áreas, lo que los llevó a valorar la importancia del capital simbólico y no ya sólo económico.
En cuanto a los integrantes que padecían adicciones, el conjunto se encargó de facilitarles la concurrencia a tratamiento, de contenerlos, de incentivarlos para que continuaran en la tarea de su rehabilitación mientras los cubrían, dentro del marco legal, en lo que hacía a sus tareas específicas como miembros de la cooperativa. La adicción es una patología que se adecua perfectamente al tipo de demanda que genera el discurso de la ciencia atravesado por el discurso capitalista. Podemos caracterizar la subjetividad adicta como el prototipo de subjetividad propuesta por el mundo del consumo: no hay consumidor más fiel que el adicto.

“Narcinismo”

La psicoanalista francesa Colette Soler (Los afectos lacanianos, ed. Letra Viva, 2011) propone designar al hombre de la era posmoderna con un neologismo: narcinismo. Condensación de narcisismo y cinismo. Esta nueva subjetividad es producto, según la autora, de lo que Lacan llamó su quinto discurso, el discurso capitalista. A diferencia de los otros cuatro discursos que sí generan lazo social, éste tiene la característica de deshacer el lazo social. Con esto nombra un “estado de la sociedad en que a falta de grandes causas que trasciendan al individuo, a falta de solidaridad de clase, cada quien no tiene más causa posible que sí mismo”.
El capitalismo en tanto discurso loco, porque no genera lazo social, produce este tipo de subjetividad sumamente precaria en todos los sentidos posibles: en los vínculos de amor, en la familia, en el trabajo, en la amistad, dejando a los sujetos en la soledad y la angustia. Angustia que lleva nuevas etiquetas: ataque de pánico, estrés, depresión, crisis de ansiedad, para las que existe la medicación correspondiente y el DSM (manual de diagnóstico de trastornos mentales) que las tipifica.
Sabemos que el discurso capitalista genera sujetos consumidores que sólo se enfrentan a los objetos que el “mercado” no deja de fabricar; los objetos que –utopía mercantilista– no sólo harán la vida más fácil sino que también son una promesa de felicidad. Y si la felicidad no se logra con este objeto es sólo porque nos equivocamos de marca, es cuestión de comprar otra.

El 13 de marzo de 1973, en el seminario “Encore”, Lacan ya había planteado: “El discurso científico ha engendrado todo tipo de instrumentos, que hay que calificar de gadgets. De ahora en adelante, y mucho más de lo que creen, todos ustedes son sujetos de instrumentos que, del microscopio a la radio-televisión, se han convertido en elementos de su existencia. En la actualidad no pueden medir su alcance, pero no por ello dejan de formar parte de lo que llamé discurso científico, en tanto un discurso es lo que determina una forma de vínculo social”.
El sujeto narcínico, en los términos de Soler, fue bien conocido en Sudamérica durante la década de 1990 y los comienzos de este siglo. En Europa fue descripto por el sociólogo Lipovetsky, entre otros. Hoy en día sigue vigente este tipo de subjetividad caracterizada como un individualismo marcado por un deseo de goce inmediato sin reflexión alguna, producto del discurso capitalista y del modelo neoliberal que arrasó la dimensión de lo político tanto en la Argentina como en otros países de Latinoamérica. Sin embargo, constato a través de la experiencia clínica que esta subjetividad narcínica ya no es hegemónica sino que van apareciendo demandas que interrogan decisiones que fueron tomadas hace 15 o 20 años y que han dejado en soledad a los sujetos que, ahora, buscan incluirse en una trama social donde el otro, el semejante, adquiere una importancia que ya no pasa inadvertida.
* Psicoanalista.
El texto es un fragmento del trabajo “Psicoanálisis, política y subjetividad”.

sábado, 9 de junio de 2012

Sobre el día del periodista

Aquellos periodistas

 


 Por Osvaldo Bayer

El jueves fue el Día del Periodista. Pocas veces tuve una impresión tan grata. Fue en Santa Teresita, sí, esa ciudad ahí en la costa de mar y arena. Organizado por la Asamblea por los Derechos Humanos, el acto se llevó a cabo en el Instituto de Formación Docente. Eso es lo que vale. La ciudad quedó vacía, el aula magna rebosaba de gente: alumnos entusiastas, docentes, vecinos, obreros, empleados, comerciantes, pueblo, pueblo. Ese instituto de enseñanza es el primer centro educativo que ha levantado un monumento a Rodolfo Walsh. Estuvimos allí. La emoción; corrimos la tela que lo cubría. Hablamos de él. El sentido de solidaridad nos invadió a todos. Su prosa puro coraje. Sus figuras literarias cubiertas de vuelo emocionado. Y su muerte. Para siempre, el héroe del pueblo. Leí un escrito que le dediqué hace ya muchos años. Dije: “No tengo otra forma de definir a Rodolfo Walsh que tomar la frase de Madame de Staël referida a Friedrich Schiller: ‘La conciencia es su musa’. Su conciencia lo seguía a todas partes. (‘Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana’) Ese es el parámetro de su vida: su conciencia. Predestinación de mezclarse con la vida, de meterse. No fue consciente, tal vez, de su predestinación. La sangre que circulaba por sus venas no lo dejaba tranquilo con los productos que le depositaba en el cerebro. Sus mejores cualidades literarias fueron alma y humanidad”.
El acto llega a su punto culminante cuando la directora del instituto de enseñanza anuncia a los presentes que los docentes van a proponer darle el nombre Rodolfo Walsh a esa casa de estudios. No hay mejor ejemplo para la juventud, agregué. Y termino a plena voz: “Se acabó el tiempo de llamar a los colegios ‘General Roca’, se ha abierto un claro amanecer al bautizarlos con el nombre de este héroe del pueblo, el periodista ejemplo para todos, Rodolfo Walsh”.
Luego, ya en las aulas, me piden que recuerde a otros periodistas ejemplos de creación y bondad en ver a su sociedad. Acabo de cumplir sesenta años en el periodismo. Toda una época más que difícil. Triunfos, despidos, cárceles, gozar de maestros y aguantar a tiranos de escritorio. Nombro al más admirado por mí: Raúl González Tuñón, el poeta de la calle, de la aventura y de los sueños. Recuerdo cuando lo despedimos al jubilarse de su oficio de periodista. Me tocó pronunciar el discurso de despedida, en un bodegón de Barracas, ante la mesa tendida y después del brindis: “Por fin lo tenemos entre nosotros a Raúl. Digo por fin, porque lo tuvimos mucho tiempo entre nosotros en esa enorme redacción que parece un reloj del tiempo con sus ruidos, con sus gritos, con sus apuros, y lo dejábamos escapar. Y él se nos escapaba con su humildad, sus eternas ganas de pasar desapercibido. Se nos escapaba con su paso silencioso, su cabeza poblada de sueños, y se tomaba alguna nube aquí en Barracas –por supuesto sacaba boleto obrero– y se sentaba a la ventanilla del tiempo a observar y amar una vez más a las gentes, a las casas viejas, a las ilusiones y a las esperanzas de esta ciudad. Porque como el mismo Raúl dice en uno de sus versos: ‘El poeta lo es en sus libros y en la calle’. Pero hoy lo hemos atrapado y lo hemos traído aquí con nosotros, sus amigos, que queremos expresarle la alegría que sentimos por su último libro: La veleta y la antena. El pasado, los años ’20, ¡qué tema para Raúl! Buenos Aires con sus calles color sepia, con sus multitudes de alpargatas, de galerita, de cuello duro, con sus anarquistas rojos de bronce quemando tranvías y haciendo saltar panaderías, con su Hipólito Yrigoyen trenzando en la calle Brasil, con sus generales bigotudos, con su clase media buscando que sus hijos fueran abogados, médicos o cadetes navales, con sus conventillos, y sus domingos de hipódromo y fóbal. Se ha caído un tranvía al Riachuelo. Raúl hace sus primeras armas como reportero. Ahí está él en medio de ese mar de llanto, de gritos, de pitadas de barquichuelos y vigilantes, de cadáveres grises y mojados de obreros y costureritas. Y escribirá su primera nota: apenas un recuadro. Que titulará ‘El sándwiche de milanesa’. Y Botana, el director de Crítica, con esa intuición que lo caracterizó, mete ese recuadro, de un puñetazo, en primera página. Y nada como ese recuadro registró el drama injusto que significó esa tragedia: un tranvía de obreros ajusticiados por un Dios incomprensible en un paredón de barro y agua podrida. Raúl se detuvo ante el cadáver de un chico de 12 años, de pantalones parchados. Allí, de un bolsillo le asomaba un paquete: el agua había abierto el papel de estraza y dejaba ver un cacho de pan francés con una milanesa en el medio. Y sobre esa figura, Raúl escuchó un poema triste, trágico, desgarrante. Así, con la sencillez que lo caracteriza exclamó su llameante voz de protesta. Allí, en el sandwich de milanesa, estaba toda la tragedia: estaba el chico que en vez de jugar o estudiar tenía que ir a las cinco y media a trabajar. Como un hombre más. Estaba el drama de la madre preparando, antes de partir, ese sandwich como única ayuda, como única protección. Estaba allí toda la injusticia de los hombres para con los hombres, y, lo peor, para con los hijos de los hombres. Estaba todo: la vida y la muerte. Y tal vez, esa imagen del sandwich de milanesa que quedó allí intacto, mojado en el pantalón de un obrerito muerto, es lo que impulsó a Raúl a hacer ésa, su vida consecuente de poeta revolucionario. Raúl, el periodista poeta, en su día”.
También recordé el jueves a otro periodista con quien compartí horas y horas de labor en el Congreso de la Nación: Gregorio Selser. De periodista a escritor. Uno de los mayores historiadores de las gestas latinoamericanas revolucionarias. Su Pequeño ejército loco describe la gesta de Augusto César Sandino. Es sin duda uno de los mejores testimonios de esa gesta latinoamericana. A ese libro seguiría una serie relatando todas las gestas revolucionarias de nuestro continente. Toda su vida se pasó consultando archivos y juntado documentación. Cuando Gregorio Selser se suicidó para librarse de una enfermedad mortal, el 27 de agosto de 1991, perdimos a uno de los mejores periodistas e historiadores latinoamericanos. Ante su muerte escribí: “No aprendiste la lección y mientras te defendías con tu humilde sueldo de redactor anónimo comenzaste a escribir, pero primero te dedicaste a tu oficio preferido, a juntar papeles, y después a volcarlos, interpretarlos e informar en un infinito teclear de tus dedos. Y ya te metiste en tu casamata y Marta, tu compañera, el ángel bueno, a ordenar tus papeles y tu vida. La fiebre ya no te pudo dejar. Rogelio García Lupo me dijo a modo de presentación: ‘Aquí, Gregorio Selser, profesión, juntapapeles’. ‘¿Papeles, de dónde?’, pregunté yo en forma un poco torpe. Y vos, Gregorio, me respondiste con infinita candidez: ‘De Latinoamérica’”.
En mi escrito, ante su muerte, finalicé diciendo: “Para vos, Gregorio Selser, no habrá paraíso. Porque sabés muy bien que el único paraíso es la búsqueda, la lucha por ese paraíso en la Tierra. Pero en la memoria –esa que no se agota cuando los notables abandonan al muerto después de los discursos– quedarás para siempre, como el boletinero mayor de la eterna revolución latinoamericana, y te acompañará para siempre el pequeño ejército loco con Augusto César Sandino, su general de hombres libres que seguirá luchando por la Libertad por los siglos de los siglos”.
Tres periodistas con la vocación de servir a su sociedad, para mejorarla, no para mantenerla con sus actuales vicios. Otro ejemplo, muy olvidado, se llamó Emilio Corbière, el socialista, un luchador como pocos en buscar caminos y encontrar soluciones. Por fin, se acaba de realizar un homenaje a tan digno hombre de búsquedas en infinitos artículos plenos de sugerencias e ideas.
Una jornada de logros recordando a las mentes que trataron de forjar nuevos caminos en un mundo que todavía no encuentra la senda para la paz definitiva, que no puede ser otra que acabar con las diferencias sociales entre los seres humanos.

miércoles, 6 de junio de 2012

UNA PATOTA DE MALVINAS CONTRA PERIODISTAS

Una patota contra periodistas

Cronistas y fotógrafos de varios medios fueron atacados a golpes cuando intentaban cubrir una marcha por un presunto caso de mala praxis en el hospital municipal. La patota actuó ante la pasividad de la policía. Repudio de Juan Manuel Abal Medina.




Un equipo periodístico de la agencia de noticias Télam fue agredido a golpes en el municipio bonaerense de Malvinas Argentinas, por una patota identificada con el intendente Jesús Cariglino, que también golpeó a un fotógrafo del diario Tiempo Argentino y a un redactor del diario Crónica.
Los periodistas habían concurrido a cubrir un presunto caso de mala praxis en el hospital municipal de Pablo Nogués, partido de Malvinas Argentinas, cuando la patota los agredió y les robó su equipo de trabajo, increpándolos para que se fueran del lugar.
El hecho ocurrió ayer a la tarde, cuando el periodista Julio Mosle, la reportera gráfica Florencia Downes y el chofer Federico Molinari, todos de Télam, llegaron al Hospital de Trauma Claudio Zin –sobre la ruta 197–para cubrir una marcha de protesta por la muerte cerebral de una niña que atribuían a mala praxis de profesionales del nosocomio municipal. Al llegar al lugar, el equipo de Télam se encontró con un grupo de personas encapuchadas, que les impidieron ingresar al centro asistencial o tomar contacto con los manifestantes, en su mayoría familiares y vecinos de la pequeña.
Los agresores, que ya habían golpeado a varios manifestantes para que se dispersaran, advirtieron a los periodistas con gritos y amenazas que se fueran, mientras Mosle corría hacia un patrullero cercano, junto al cual se comunicó telefónicamente con Télam para advertir de la situación. En ese lugar fue agredido a golpes de puño y puntapiés por un grupo de unas 20 personas, mientras a pocos metros los policías, lejos de protegerlo, “se corrieron del lugar”, relató el periodista, quien a causa de los golpes recibidos en la cara perdió dos piezas dentales.
El periodista fue subido por un grupo numeroso de agresores sobre el capot de un patrullero de la Policía Bonaerense, donde le propinaron una dura golpiza ante la mirada del personal uniformado que en ningún momento intervino. Los agresores le robaron su equipo personal y el celular de la agencia, antes de ser rescatado por el jefe de seguridad del hospital.
En tanto, la fotógrafa Downes debió refugiarse en el interior de un supermercado, situado a siete cuadras del hospital, para evitar ser agredida, mientras el chofer permaneció unas horas detenido en la comisaría 1ª de Grand Bourg.
El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, repudió anoche la agresión sufrida por los periodistas. “Quiero expresar mi más enérgico repudio al accionar violento de las patotas que atacaron a los trabajadores de prensa de Télam, Tiempo Argentino y Crónica mientras ejercían su labor”, expresó. “Es inadmisible que en una Argentina democrática y plural algunos sectores de la sociedad reaccionen de esta manera. En nuestro país no hay más lugar para los violentos”, añadió.
El funcionario nacional dijo que “cuando estos ataques provienen de sectores ligados al intendente (Jesús) Cariglino es aún más grave, y si a esto se le suma la llamativa pasividad en el accionar de la Policía Bonaerense, es realmente preocupante”, enfatizó. “Este hecho debe llamar la atención y la reacción, tanto del intendente como de los responsables de la policía, para que a los culpables les caiga el peso de la ley”, advirtió.
Por su parte, el reportero gráfico de Tiempo Argentino Mariano Vega también recibió golpes –trompadas, puntapiés e incluso cinturonazos– y le rompieron la cámara, según informó ese diario en su versión digital.
“Mariano Vega fue agredido esta tarde por una patota del intendente Jesús Cariglino, en el partido de Malvinas Argentinas, mientras cubría un presunto caso de mala praxis por la muerte de una menor, en el hospital municipal de Pablo Nogués”, publicó Tiempo.

Agresiones a periodistas

La Provincia repudió las agresiones a periodistas de Tiempo

El secretario de Comunicación pública de Buenos Aires, Juan Courel, repudió las agresiones sufridas por trabajadores de prensa.

INFOnews
"El Gobernador Daniel Scioli repudia las actitudes de intolerancia y agresiones a trabajadores de prensa y a ciudadanos en general por sus convicciones particulares, por su descontento o por ejercer su derecho a la libre expresión". De este modo, Juan Courel, secretario de Comunicación pública de Buenos Aires repudió las agresiones sufridas por trabajadores de prensa.
Ayer, el partido de Malvinas Argentinas una patota del intendente agredió a trabajadores de Tiempo Argentino, Crónica y TELAM.

Todo fue minutos antes de una nueva marcha frente a las puertas del Hospital de Niños Dr. Claudio Zin de Pablo Nogués (partido Malvinas Argentinas) “por el pésimo sistema de salud”, periodistas, familiares y amigos de víctimas de mala praxis fueron agredidos por una patota conformada por 100 personas que, según denunciaron los afectados, responden al intendente Jesús Cariglino.
El fotógrafo de Tiempo Argentino Mariano Vega fue golpeado por esos matones que a su vez le rompieron elementos de trabajo como el flash y el lente de la cámara. Lo persiguieron y debió refugiarse en una panadería, donde recién ahí aparecieron dos policías de civil que lo mantuvieron a resguardo. A su caso se agrega el de un periodista de Crónica, y el equipo de Télam conformado por el periodista Julio Mosle, la reportera gráfica Florencia Downes y el chofer Federico Molinari, que terminó preso en una situación confusa.
El municipio desconoció la existencia de agresiones y la presencia de patotas frente al apodado “hospital-shopping”, ubicado en Av. Sesquicentenario y Miraflores.

sábado, 2 de junio de 2012

Sobre George Orwell

La política y el idioma inglés

Por Sandra Russo


 
 

En 1946, George Orwell ya había publicado Rebelión en la granja, y faltaban tres años para 1984. Ya con una larga historia de militancia de izquierda en el Partido Laborista Independiente, y con su experiencia de miliciano en la Guerra Civil Española, Orwell –que era conocido, por otra parte, por su posición crítica no sólo frente al capitalismo sino también frente al estalinismo– publicó un ensayo que suele usarse en talleres de escritura, La política y el idioma inglés en el que desglosa qué tipo de operaciones de lenguaje no sólo desgastan y achatan la escritura y el habla periodística y política, sino que además ayuda a comprender por qué las batallas culturales se libran palabra por palabra.

En lo que él llama “la decadencia del idioma inglés” encuentra, dice, indudables causas políticas y económicas, pero advierte que un efecto puede provocar una causa, y haciendo uso de uno de sus propios consejos a escritores, busca una metáfora nueva, precisa y clara para explicarlo: “Un hombre puede empezar a beber porque piensa que es un fracasado, y luego fracasar por completo porque bebe”.
Orwell señala la relación que existe entre determinado uso del lenguaje y cierto tipo de pensamiento político que padece su misma y exacta decadencia. De izquierda y de derecha, porque éste es un problema general que atraviesa a la política, el periodismo, el habla general y, por consiguiente, nuestras maneras de pensar. Se posiciona en su ensayo no como un escritor, sino como un ciudadano. Da ejemplos que ha analizado, y que recorren el espectro del lenguaje ensayístico, político y periodístico –va desde una carta de lectores al Tribune a un panfleto comunista–, e identifica cuatro problemas:
1) Las metáforas moribundas. Son las que no se inventan ni se eligen para iluminar alguna zona compleja de la realidad, sino frases hechas y repetidas que alguna vez tuvieron un sentido concreto y ya no lo tienen.
2) Los operadores o extensiones verbales falsas. Son las cadenas de palabras que reemplazan a un verbo simple y fácilmente entendible en el idioma standard. Una complicación innecesaria del lenguaje que sólo sirve para estirar las oraciones o hacerlas más vagas.
3) La dicción pretenciosa. Es el abuso de adjetivos para reforzar los sustantivos, el abuso de citas de autoridad o la inclusión insistente de palabras latinas, griegas o francesas.
4) Las palabras sin sentido. Son frecuentes en la crítica cultural y académica, en las que se hacen ininteligibles los niveles de abstracción, y también en el habla política. Dice en ese ítem: “El término fascismo hoy no tiene ningún significado excepto en cuanto significa ‘algo no deseable’. Las palabras democracia, socialismo, libertad, patriótico, realista, justicia tienen varios significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí. En el caso de una palabra como democracia, no sólo no hay una definición aceptada sino que el esfuerzo por encontrarle una choca con la oposición de todos los bandos. Se piensa casi universalmente que cuando llamamos democrático a un país lo estamos elogiando; por eso, los defensores de cualquier régimen pretenden que es una democracia y temen que tengan que dejar de usar esa palabra si se le da un significado”.

Lo que tienen todos esos ejemplos en común es lo que Orwell señala como los dos grandes pecados del lenguaje de su época: las imágenes trilladas y la falta de precisión. Eso marca el carácter de cualquier tipo de comunicación, personal o pública. Si se recurre a imágenes trilladas, el habla parece salir más de la televisión que de las tripas. Y si hay falta de precisión, es a costa del significado. Algo poco preciso significa menos que algo preciso. Dice Orwell: “Tan pronto se tocan ciertos temas, lo concreto se disuelve en lo abstracto y nadie parece capaz de emplear giros del idioma que no sean trillados; la prosa emplea menos y menos palabras elegidas a causa de su significado, y más y más expresiones unidas como las secciones de un gallinero prefabricado”.
Básicamente, ésta es la riqueza del ensayo de Orwell. La de haber detectado, muy al principio de la comunicación de masas, que el mecanismo de la repetición del lenguaje comenzaba a obturar el pensamiento de los ciudadanos. Nuestros pensamientos sobre muchas cuestiones no nos son propios. Tomamos segmentos, imágenes, pedazos de discursos que circulan a nuestro alrededor, y las completamos con nuestros pareceres. Más allá de las consecuencias políticas que esto pueda tener en uno u otro contexto histórico, el resultado seguro de esta pérdida de autonomía sobre el lenguaje y lo que éste teje, el pensamiento, es la fealdad. La belleza surge de lo genuino, no de lo costurado.

Hay seis preguntas breves que Orwell aconseja a cada periodista o escritor cuando relee lo que escribe. Son muy simples, pero sin embargo, pueden corregir un texto en un sentido: hacerlo más específico, esto es, más personal. Las preguntas son: ¿Qué intento decir? ¿Qué palabras lo expresan? ¿Qué imagen o modismo lo hace más claro? ¿Esta imagen es suficientemente nueva para producir efecto? ¿Puedo ser más breve? ¿Dije algo evitablemente feo?
Finalmente, hay dos maneras de trabajar este tipo de temas que surgieron en un momento y en una coyuntura histórica determinada. La primera, la falaz, la de baja densidad, es pretendiendo extrapolar situaciones totalmente distintas, a través de la inducción de que la escena es la misma. Bastaría con buscar ejemplos actuales de los problemas que detectó Orwell para caer en ella. La segunda, la más interesante y la que sostiene estas líneas, es limitarse a transmitir lo más fielmente posible estas ideas, que obviamente nos incumben como sujetos hablantes y políticos. Los nexos con el presente no son de pertinencia de esta nota. Sí pueden serlo, claro, y esto completa el círculo virtuoso del idioma, del propio pensamiento de los lectores.