domingo, 4 de noviembre de 2012

JUAN CARR- Entrevista

“Hay que pararse al lado de los que sufren”


La cultura solidaria en la Argentina. Un adelanto de lo que podrá verse en CN23, hoy a las 21 o el próximo martes a las 23.
–La solidaridad es conmoverse.
–Nosotros, entre las cosas que hacemos, es estar cerca del dolor. Estar cerca del que espera un trasplante, del que tiene frío, de la mamá que sigue pidiendo justicia por un hijo muerto. La cultura solidaria es estar primero con el que sufre. Para nosotros, para alguien que detesta el dolor porque si no seríamos masoquistas, acercarte al que sufre es donde empieza la solidaridad como ahora se la entiende. Antes era mucho más limonezca –en el sentido de la limosna, si es que cabe el término–. En esta nueva solidaridad que es compartir, esta historia empieza por el dolor y por el que sufre. Esa sabiduría del dolor es para el que trata de ayudar como una verdadera brújula de lo que viene después.
–En tu caso personal, ¿cómo surgió este acercamiento al dolor y a la solidaridad?
–Tengo un abuelo materno, una madre y una tía con los que viví al principio de mi vida y donde la cosa de ayudarse fue muy fuerte. Después, paso por una educación primaria laica, privada, muy de Sarmiento pero de Sarmiento y la educación para todos. Después los scout,que antes eran más duros. Ahora están más relajados y me alegro. Los scout tenían sentido si hacías algo por los demás. Termina mi etapa en los pasionistas, que hasta tenían a Santa Cruz, una iglesia que tenía un karma tremendo. En esta orden religiosa que me agarra en el secundario yo tenía una mirada muy mística y al mismo tiempo muy social. La adolescencia a mí me marcó. Para nosotros yo soy católico pero pecador, pero fui formado en que Dios está en la iglesia pero también en el que sufre, en el que padece y en el tiene hambre.
–Eras adolescente cuando la Iglesia de la Santa Cruz secuestró a las madres…
–Yo andaba por los 12 o 13 años y siempre me enteraba de esas cosas uno o dos años después. Donde yo vivía era un lugar de mucho silencio. Cuando llego a la Universidad de Buenos Aires, a veterinaria, en el año ’80, me entero de lo que había pasado hacía tres o cuatro años atrás. En este contexto, la Red Solidaria representa un montón de sueños y tragedias que tratamos de convertir en vida. La Red Solidaria, que nace en 1995, en una década que curiosamente no tenía por qué nacer la solidaridad porque era una extraña fiesta, creo que recogió tantos ideales, sufrimientos y soñadores de la Argentina. Me puedo equivocar, pero cada vez que intentamos salvar una vida recogemos los sueños de tres o cuatro generaciones y sobre todo aquellos de la década del sesenta y setenta. Quiero decirle a los sobrevivientes que la cultura solidaria actual es una manera de homenajear aquellos sueños. Es mi sensación permanente.
–Recién mencionamos al padre Mujica.
–Lo conocí por su obra, nunca en vida, pero es evidente que es un ejemplo de liderazgo solidario. Era un tipo de cierta cultura y venía de una familia desahogada económicamente. Eso le dio una visión que los más humildes no tienen. Esa visión la canalizó para los más pobres. Cuando se habla de liderazgo es muy difícil que alguien de la extrema pobreza llegue a un liderazgo real. Los que tenemos una capacidad económica y real, tenemos una hipoteca moral. Esto que la Argentina me dio de llegar a los cincuenta años sano, con familia y con trabajo hace que tenga derecho a gozar de mis bienes pero no me puedo olvidar de los más postergados.
–Pongo un inciso acá y es el despojo sobre los bienes materiales…
–Hoy día hay un montón de sacerdotes en esa condición. Pocos lo saben. Quisiera tener ese coraje. Soy un tipo de clase media y tengo algunas austeridades. Pero no es fácil tener ese nivel de renuncia. No es cierto que esos lugares son temibles porque es más fácil que te asalten en Plaza de Mayo que en un barrio humilde de la Argentina. Él no estaba junto a los pobres sino que estaba con los pobres. Me parece que hay un sector de la Argentina a la que pertenezco que ni siquiera les presta atención. Para la Argentina de hoy, donde por suerte creo que las cosas están mejorando, no tenemos que largar todo y vestirnos de harapos, pero lo que no podemos es ignorar y dejar de mirar. Esto es un fenómeno para América latina. La generación que vos y yo representamos hemos pasado tanta sangre y dolor que no podemos ser indiferentes. A mí me enoja mucho más la indiferencia que otras cosas en este momento.
–¿Cómo es el Juan Carr organizador, que pasa de ser convocante a que las cosas funcionen?
–La Red Solidaria no tiene papeles, personería ni sede. En honor a esas generaciones y esos años lo que queríamos hacer era un movimiento de pensar en el otro. Tiene ventajas y desventajas para organizar. Cuando llamás a la comunidad al lado del dolor, el argentino se organiza y se ordena. Sin querer, tengo un vicio operativo que es “parate al lado del dolor y nuestro pueblo se organiza antes de Twitter y Facebook”. Podemos discutir que sigue siendo muy emocional. Nos falta un paso más profundo, convertir esto en una cultura, en una militancia. Pero lo primero es estar al lado del dolor. Segundo, la comunicación es un arma increíble y detrás un pueblo que está esperando esta oportunidad. Me impresiona porque a veces desaparecemos de escena porque tenemos una sobreabundancia de generosidad de nuestra gente. La manera de organizarnos es recibir una necesidad, acercarnos al que sufre, convocar y organizar. Luego hay muchas instituciones. El Estado, que funciona a veces muy bien; los ministerios, una multinacional, una empresa, una escuela… Éste es un momento en el que le pueden discutir muchas cosas al Gobierno pero el ámbito social está validado.
–Alicia Kirchner es alguien que tiene una capacidad superlativa.
–Ella trabaja y trabaja. Lo que ha ocurrido en esta Argentina nueva, te habla un soñador, en todos los sectores de la política, de la derecha democrática hasta el socialismo pasando por todos, en lugares chicos y grandes, el mundo social trabaja muy bien. Algo entonces ha pasado. Te agrego a la Iglesia, a los judíos a los evangelistas.
–En cuanto a la Iglesia, hay algo que me dolió mucho. Cuando una mujer de red de trata fue violada y fue a abortar se encontró con una jueza que dijo no. Es una alerta.
–En el tema del aborto, que no me pasa lejos, tengo una solidaridad total. Nosotros, la Argentina, estamos también saliendo con alegría de estigmatizar un montón de minorías, desde las trabajadoras sexuales hasta el mundo gay. Con el aborto hay un debate más profundo y tiene que ver con la vida. En mi formación entenderás lo que implica desde la concepción, pero la mujer fue violada. Es un análisis largo para hacer. La Iglesia es muy difícil de definir. La Iglesia latinoamericana, que conozco, se fue convirtiendo cada vez más en social. Acompaña este movimiento social de América latina. Aun los Obispos, que tienen un aspecto más duro y conservador, cuentan con una paga social y generosa. Esto es nuevo. Este Obispado actual, y no quiero quedar bien con ellos, es muy heterogéneo.
–Y contradictorio. Cuando uno lo iba a ver al padre Pepe al lado del Riachuelo era un indiscutible…
–Pero a ese pibe, formado por la Iglesia, cada segundo que pasaba podía matarlo. Ganaron los narcos… Ahora, sectores de la Iglesia y de la Argentina lo han bancado mucho y lo siguen bancando. Creo que tanta sangre ha pasado en la Argentina que lo que viene, incluso la iglesia que me formó, es bueno. Éste es un momento fragmentario. Gracias a Dios no hay sangre. El hambre cero es inminente pero hay que acordar. El 47% de nuestros chicos termina el secundario y podríamos llegar a que el 90% lo termine en cinco años. Cuesta mucho, por nuestros individualismos, sentarse y llegar a acuerdos, es lo que nos falta. Y en homenaje a los que han padecido sangre, creo que hay que bajar un poco el ego y sentarse. El hambre cero está ahí. Podríamos declarar ya el hambre cero y en el hambre vemos una Argentina soñada. La Asignación Universal por Hijo, que es un golpe fantástico al hambre extrema arrancó en la CTA, en una izquierda moderada; se suma el radicalismo, a la Iglesia a través de Cáritas, le parece bien; van atrás los judíos, los musulmanes y el Gobierno lo pone en práctica. Pegan un impacto que por lo menos 500 mil o 600 mil seres humanos concretos salen de la pobreza y el hambre extrema en dos meses. Ahí, lo que pasó es que la Argentina se juntó.
–También hay un gran debate de quienes son los que tienen la gran responsabilidad de dirigir en la Argentina.
–Que le digan yegua a una presidenta o a cualquier mujer es condenable. Es violencia. En los dos lugares hay una calentura verbal tremenda. Que digan “la oligarquía terrateniente vacuna asesina”, también es tremendo. ¿De dónde sale? No sé. Ahora, si es de mi generación, viene de lo que heredamos. Nosotros nacimos y era peronismo y antiperonismo. Pero sí me preocupa que haya chicos de 25 años que escriben esas cosas. A mí me sirve eso porque cuando amigos en Facebook dicen eso, los borro sin decir nada. Hay un límite. Este mismo pueblo que está así dividido y dice esas cosas tremendas te tapa de generosidad. Pero tengo que recurrir al dolor. Yo les digo a los más jóvenes que podés estar en desacuerdo un ciento por ciento, pero dejá la vida en lo que hacés.

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